domingo, 25 de diciembre de 2011

Trece... Cuento de fantasmas sin Navidad. Parte II

Colocó las manos sobre sus heridas y estas exudaron el veneno de su carne mientras se cicatrizaban. El hombre recuperó el sentido y poco a poco empezó a mover los músculos antes engarrotados.
Ayudándolo a incorporarse Tye-mela'ne le dijo: Afortunadamente no has caído aquí, pues lo verdaderamente peligroso está tras la tercera y última puerta de estas mazmorras. Antes de entrar aquí tienes que ponerte estos tapones en los oídos y sobre todo ser muy fuerte.
Alargando la mano Tye-mela'ne le dio los tapones. Mientras caminaban hacia la última puerta el hombre notó un olor fuerte y muy desagradable, a medida que avanzaban las nauseas iban en aumento. -Veo que ya notas parte su daño, ni si quiera estando alejada deja de atormentar a los sentidos.- Dijo sin inmutarse Tye-mela'ne.- Te advierto que este daño es muy poderoso, el más poderoso diría yo. Enfrentarte a él implica el juramento de no llamarlo a ti nunca más, ya que si sobrevives a él y vuelve a ti, te destruirá completamente y nadie ni nada podrá auxiliarte ni acercarte a ti. Tras la siguiente puerta ni mis llamas podrán protegerte. Este daño puede doblegarme, quizá no derrotarme paro si debilitarme lo suficiente como para que no puede hacer nada por ti.
-¿Qué daño tan poderoso es que hasta tú temes?- Dijo el hombre visiblemente asustado.
-Uno que has usado sin saber bien cuales eran sus verdaderas consecuencias. Uno que me ha debilitado mucho, que ha puesto en mi grilletes pesados y sobre todo ha herido a quienes quieres y quien amas.- Tras terminar estas palabras Tye-mela'ne abrió una pesada puerta de hierro. El hombre evitando las arcadas que le daban el fétido olor que salía de la celda, asomó con curiosidad para ver el interior. En ese momento Tye-mela'ne le agarró del brazo y le recordó que se pusiera los tapones.
- De ahora en adelante te hablaré así- escuchó el hombre en su mente la voz de Tye-mela'ne.- Yo no podré entrar contigo ahí dentro, te guiaré desde fuera cuanto pueda. Ahora envolveré tu cuerpo con mis llamas para que puedas aguantar un poco más dentro.de la celda- Tye-mela'ne acercó su bastó y unas llamas rojas rodearon el cuerpo del hombre sin dañarlo. Con un gesto seco Tye-mela'ne indicó al hombre que entrara en la celda.
Con pasos indecisos el hombre entró en la celda. Lo primero que notó fue un suelo resbaladizo y pegajoso. La celda era amplia y austera, tan solo vio en ella bola negra de casi dos metros de altura. Intentando mantener el equilibrio y los nervios se acercó a ella. En cuanto iba acercándose notó como las llamas que lo envolvían ibas quemando pequeñas espinas negras que se acercaban a él. Cuando estuvo a un par de metro la gran bola negra se giró y se mostró. Una gran boca negra con dientes podridos y lengua baboseannte que dejaba caer una pasta rojiza, la misma pasta que llevaba pisando desde que entró en la celda. Los labios supurantes estaban llenos de espinas negras que se lanzaban a medida que estos se movían. Un aliento verdoso gaseaba la estancia haciendo cargante y hediondo el ambiente. La boca comenzó a hablar, pero el hombre no podía escucharle por los tapones que le dio Tye-mela'ne. A cada gesto de sus labios el hombre sentía una gran debilidad y miedo, una fuerza muy pesada se cargaba sobre la espalda del hombre empujándolo hacia el suelo intentándolo aplastar como a una cucaracha.
-Lo que ahora tienes delante es el peor daño del alma.- hablo Tye-mela'ne en la mente del hombre- Es la mentira, cuando mueve sus labios lanza potentes espinas que se clavan en la carne de quien la escucha o las presencia. Su aliento pudre cualquier verdad e incluso daña los actos más puros del ser humano. Recluirla aquí en las mazmorras ha sido el mayor logro de todos cuanto he realizado, ello me ha costado casi la muerte, después de esto jamás volveré a enfrentarme a ella sin ser derrotado. Si ella saliera de estos muros tanto yo como todo lo que te rodea sería destruido y solo la muerte daría cierto descanso al tormento que sufrirías.-
Las llamas que con las que Tye-mela'ne había envuelto al hombre comenzaron a menguar y una gran bola de plomo se ató con grilletes a los pies del hombre.- Mi fuego se debilita y la mentira comienza a aprisionarte. Vuelve hacia la puerta mientras puedas. - Tras escuchar las palabras de Tye-mela'ne el hombre comenzó a andar hacia la puerta pero la gran bola de plomo impedía casi cualquier movimiento. El pringoso suelo hizo al hombre caer mientras veía como el fuego que le protegía se iba desvaneciendo. Las primeras espinas que entraron en su cuerpo se calvaban directamente en sus nervios y músculos haciendo así más doloroso cada movimiento del hombre. Éste intentaba arrastrar la pesada bola con gran gesto de dolor, las espinas penetraban en su carne y lo hacían sangrar. La imagen era horrenda, la gran boca cada ves hablaba más rápido haciendo que la presión presionara más al hombre contra el suelo, las espinas de sus labios hacían sangrar su cuerpo y dificultaban los esfuerzos por avanzar, la puerta entreabierta se encontraba a unos escasos tres metros, pero todo aquello hacía que el hombre viera esa distancia insalvable. Debido a la pérdida de sangre y los dolores de las espinas clavadas en sus músculos y sistema nerviosos el hombre empezó a debilitarse enormemente. Cada pequeño esfuerzo se hacía inmenso y apenas sin frutos. - ¿Te das cuenta ahora de todo el mal que hacían tus mentiras?. Escuchó desde la puerta a Tye-mela'ne.- ¿Ves como cada pequeña espina infunde un gran dolor?, estas paralizan cualquier acción e incluso cuando tu mismo intentas luchar contra ellas provocan un daño aún más agudo. Desangran la vida y pudren poco a poco la pureza de quienes reciben tus mentiras.
Un grito ahogado y atronador salió de la boca del hombre. Su cuerpo ensangrentado y dolorido sacó una fuerza inesperada y arrastró la gran bola los metros suficientes como para llegar a la puerta y desplomarse sin conocimiento.
Tye-mela'ne agarró el cuerpo sanguinolento del hombre y lo sacó con gran esfuerzo, tras apartarlo de la celda empujó con fuerza la pesada puerta para cerrarla. Tye-mela'ne se quedó abrazó al hombre que apenas respiraba. Con gran espanto y horror recordó la lucha que hace no mucho tuvo con ese mismo daño y de como en cada movimiento de los oscuros labios sufría atroces heridas.
Poco a poco el hombre fue recuperándose, al poco rato empezó a volver a sentir grandes dolores. Las espinas salían de su cuerpo con el mismo dolor que provocaron al entrar, los gritos del hombre retumbaron en todo el pasillo de las mazmorras.
-Todo ese dolor no es más que una parte del que causan las mentiras.-dijo Tye-mela'ne mientras volvía a coger al hombre entre sus brazos.-Ahora que sus espinas te han dañado no podrás volver a mentir a quienes quieres y amas. La próxima vez que este ser vuelva a ti morirá toda gana que tengas por vivir. Tus sueños marcharán presurosos a suicidarse y tus ilusiones se ennegrecerán hasta ser sombras frías de un ayer que jamás recordarás. Y yo moriré sin poder guiar tu vida, condenado vagarás hasta tu muerte como infame y pordiosero.
Tye-mela'ne aleteó fuertemente para envolverse de nuevo en la oscuridad. - ¿Vuelvo ya a casa? Preguntó el hombre muy debilitado. - No.- contestó Tye-mela'ne con una media sonrisa.- Aún quiero que visites a alguien en esta noche.

Una luz comenzó a envolverlos dejando ver una ventana en una fachada de ladrillos. Con curiosidad el hombre miró por ella agarrado a Tye-mela'ne. El ser alado dejó flotar al hombre en el aire y se colocó al lado. El hombre abrió los ojos con gran asombro, veía un cuerpo sobre una cama descansando. Él sabía quien era, él amaba con todo su alma a la persona que estaba mirando desde la ventana.- No te molestes por nada, esta noche no podrás entrar ni podrá verte, pero entrando conmigo podrás contemplarla unos minutos.
Con los ojos llorosos el hombre cogió la mano que Tye-mela'ne le ofreció y juntos atravesaron las paredes como si fueran fantasmas. El hombre se sentó a su lado contemplando su precioso rostro. Tye-mela'ne acercó su bastón llameante y ante ellos comenzaron a brillar unas heridas que a simple vista no parecía tener. El cuerpo de la bella dama tenía desgarros muy similares al que el hombre tenía en el pecho provocados por la capa de cuchillas. El hombre intentó acariciarla mientras que miraba las cicatrices. - Hoy tampoco puedes tocarla.- dijo Tye-mela'ne apartando con suavidad la mano del hombre. El hombre apreció unas marcas paralelas junto al cuello de la dama, marcas hechas por el orgullo desmedido y ciego. Las lágrimas empezaron a cubrir sus ojos y su rostro.
El hombre siguió mirando y contempló muy triste como el cuerpo de la dama también tenía espinas en la cara y en el pecho. Llorando profundamente miró a Tye-mela'ne. -No puedo hacer nada para quitárselas y curarla?.
-No. -Contestó Tye-mela'ne mientras con sumo mino y cuidado empezó a curar cicatrices y a retirar espinas al cuerpo durmiente de la dama- Para eso estoy yo. Soy el amor, el más poderoso de los sentimientos de tu alma. Y yo he cuidado y velado de ella cada instante, llevo curando sus cicatrices y sacando espinas desde hace algún tiempo. Yo he logrado enjaular y vencer a cada unos de los monstruos que has visto en la mazmorra y esta noche entré en tu soledad para mostrarte todo lo que hasta ahora has ignorado.
El hombre comenzó a respirar cada vez más fuerte mientras no podía dejar de llorar. Se levantó de la cama de su amada nervioso y asustado por todo lo que esa noche había visto. A cada momento la respiración se hacía más fuerte y pesada, sentía flaquear sus fuerzas mientras mientras observaba como Tye-mela'ne, el amor, seguía extrayendo espinas y acariciando las heridas para cicatrizarlas. Con esa visión se desplomó y calló al suelo.

Unos golpes repetitivos en la puerta lo despertaron. Tumbado en su cama el hombre miró hacia la ventana para ver si ya había amanecido y todo aquello era un sueño o si por el contrario sería Tye-mela'ne visitándolo de nuevo aquella misma noche de frío invernal.

¡Feliz Navidad!


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