martes, 14 de agosto de 2012

Veintinueve... Obra de un sueño

La luz despierta al dormido lector que agarra con fuerza el libro que cada noche arropa su pecho. Frente a él un magnífico escenario victoriano con su telón rojo y ribetes dorados. Con la extrañeza pegada a su rostros observa su soledad en el patio de butacas, al cual jamás recordó llegar.
Lentamente el telón se abre con calma, como si lo apartaran caricias de mujer. La ausencia de atrezzo creaba una sensación de profundidad en la oscuridad, la tenue luz camuflaba el movimiento de una figura centrándose en escena. El pequeño personaje mostró su sonrisa juguetona justo en el momento en el que la luz se enfocaba en él.

- Buenas noches amor y bienvenido  a este trocito de tu función.- Dijo aquél duende shakesperiano mientras realizaba una grácil reverencia.

La luz se fundió para dejar en la escena un perchero lleno de máscaras y un alto taburete, dónde el duende se sentaba mirando con atención cada mueca de las máscaras, al mismo tiempo que jugueteaba con algunas entre sus manos. La primera que se colocó era blanca y negra, dividiendo los dos hemisferios a partes iguales. El lado blanco era luminoso y con sonrisa seria pero cálida. El lado negro deformaba cada mueca haciendo sátira cualquier movimiento y estridente y un tanto brusca la sonrisa.

-Así empezaré esta obra,
con la mitad de blanco
y la otra de sombra.

Pues dos son uno,
el que llora, pierde y ama.
Y el que ríe y rabia como ninguno.

Pero en uno no solo dos hay.
Pues ahora de rojo visto mi cara,
con sonrisa rota y de cera mis lágrimas.

Aparto de la luz este rostro,
que huye del día
para buscar su rincón oscuro y angosto.

Para la luz, mi sonrisa dejo.
Azul,verde,violeta…
Esa con la que respondo al espejo.

En la noche los ojos de lobo,
pero con cautela y cuidado,
no hay que hacer el bobo.

Pero aun quedan muchas.
Tantas como bendas en el cuerpo.
Tantas como las que trae el silencio.

Antes de que caiga el telón,
muchas máscaras.
Pero siempre un solo corazón.