lunes, 14 de mayo de 2012

Veintiséis... El capricho de Abrahel (Parte1)

Fue pasada la media media noche cuando ése sonido me volvió a despertar. La única luz que me permitía vislumbra mi alrededor era la de una luna semicreciente  que entre las nubes dejaba reposar sus rayos en mi habitación. Intentando mantener la calma encendí un candil que había en mi mesilla de noche. En ese mismo instante su figura y rostro se proyectaron a los pies de mi cama  para en menos de un segundo desvanecerse dejando mi cuerpo totalmente petrificado. El candil cayó en la cama iniciando unas furiosas llamas, ese fue el estímulo que sacó a mi mente de aquel trance. Rápidamente volqué la palangana de agua sobre el colchón para apagar el fuego, tras respirar profundamente logré serenar mi temple y comencé a vestirme. No podía volver a la cama y solo la brisa de la noche en mi cara lograría enfriar mi mente y mi espíritu.
Cuando cerré la puerta de mi casa noté una mano reposando en mi hombro, rápidamente me giré esperando volver a ver su rostro pero allí nada había salvo mi figura oscura en la noche acompañado por la luna. Comencé a caminar sin mirar rumbo, vagando por calles y caminos que servían de atrezzo par mis pensamientos. A veces creo saber el por qué de sus visitas, leo en sus gestos efímeros mensaje e indicaciones, otras solo me queda el terror y la  posible pérdida de una cordura cada vez más ausente en sus visitas.
Una vez más sin saber cómo llego a los pies de la iglesia, la silenciosa plaza empequeñece mi figura en el centro mirando hacía una fachada que parece devolverme la mirada sería y casi reprobatoria. De nuevo el sonido que precede a su aparición sonó tras de mi. Una cálida brisa envuelve mi espalda anunciando su proximidad;despacio y confiado me giro viendo su figura caminado hacia mi. La brisa ceñía su sedosa capa con capucha a un cuerpo blanquecino desnudo y sensual, de su cara solo la boca que adornaba una bella sonrisa era lo que veía. Esa sonrisa hizo temblar por un segundo todo mi cuerpo, por un instante deseé que se detuviese y se desvaneciera como solía hacer, pero a cada paso necesitaba más su presencia.  A pocos palmos de aquella bella mujer se quitó la capucha, la belleza de su rostro me trastornó; seguidamente mis ojos se clavaron en su espalda de donde salían alas membranas, en su sonrisa aparecieron unos grandes colmillos. Con un gesto casi teatral alzó los brazos dejando toda su desnudez ante mi. Su piel blanquecina marcaba mucho más sus partes más oscuras y secretas. Con una voz imponente pero llena de sensualidad susurró con sus labios carnosos casi pegados a los míos: - Muchos me llaman Abrahel o Lilith, soy reina de los deseos más oscuros y las turbaciones más naturales del hombre. Nacida y criada en la lujuria hice de ella mi arte y belleza. Hoy deseo tu alma y cada impulso que mueve tu espíritu, hoy te llevaré conmigo para siempre, pero antes he de de visitarte tres noches seguidas para que tu alma se pegue a mi cuerpo como el cálido viento de esta noche lo hace a mi piel. - Agarró mi cintura y mu cuello entre sus manos mientras acercó tu su cuerpo al mío- Si aceptas lo que hoy te ofrezco tan solo tendrás que besar mis labios.
Sin pensar ni querer pensarlo besé esos labios que parecían hechos para acoger los míos hasta la eternidad. El beso fue largo y profundo lleno de ansia y pasión llameante. Después la oscuridad lo envolvió todo y mi mente fundió cada instante en negro.
Un dolor en la cabeza hizo que abriera los ojos, la luz del día me golpeó y  la cara insolente y reprobatoria del sacerdote me dio los buenos días. Estaba a los pies de la iglesia con la ropa desgarrada y arañazos en mi piel. Sin soltar palabra y quierendo no creer lo que en la noche pasó corrí a mi casa.

lunes, 7 de mayo de 2012

Veinticinco... Minirelato

Ya he de volver, decir adiós y morir. La noche envuelve un yermo lugar rocoso y rodeado de un horizonte tan lejano como los días en los que dejé caer a trozos mi sonrisa.  Los ropajes oscuros me hacen un cómodo  favor ocultando mi figura en la nada.  Esa Nada tan negra e inexplicable dentro de la mente humana…
Sentado en lo alto de una roca, no por cansancio sino por hacer más paciente mi espera; miro mis manos despidiendo con recuerdos el tacto de su cuerpo y el calor de su piel desnuda; pensando si aquellos momentos fueron chorros furiosos de agua que gastaba de un lago que poco a poco secaba el último pedazo de vida.
El viento se alza nervioso actuando de funesto emisario. Él estaba llegando, su furia, su rabia y su caos envolvían mi cuerpo sabiendo que esta vez no podría frenar su propósito destructor, sabiendo que mi espíritu yacía en mi pecho en forma de cenizas ausentes de un calor que un día llegó a quemar al sol.
La tierra se partía en dos al paso de aquella mole que gritaba odio y ansía por sentir quebrar cada centímetro de mi cuerpo. El suelo temblaba y las rocas sueltas salían despedidas en todas direcciones. Una de ellas de escaso tamaño golpeó mi vientre con tanta violencia que mi cuerpo se postró en el suelo clavando la rodilla.  Instantes antes de que aquél monstruo me tocara alcé mi vista para ver sus ojos, su cara y su horror…
El estallido de energía cubrió la inmensidad, el sonido sordo y perpetuo paró el tiempo durante un solo segundo. Después todo quedo desvanecido, la tierra totalmente quemada y rota conquistó cada palmo del lugar…
Todo quedó destruido e inmóvil, todo menos unos jirones negros que el viento jugaba a no dejar caer en vano intento. Esos pedazos quedaron en el suelo, eso era el único recuerdo...