domingo, 30 de junio de 2013

Treinta y cinco...

 
La luna se reflejaba en el pulido metal del yelmo que tenía entre sus manos, en él había grabado con hermoso detalle un árbol frondoso y de grueso tronco, en su base varias serpientes de distintos tamaños mordían y devoraban las raíces.
Mientras acariciaba el grabado recordó como de niño le contaban que aquel magnifico árbol algún día caería a causa del daño que le provocaban las serpientes y que ése día se libraría una gran batalla dónde hasta lo mas fuertes y preparados caerían y verían el verdadero final. La oscuridad envolvería el mundo pues tanto enemigos como amigos morirían.
-Nefasto símbolo para llevar en un yelmo- pensó. Pero aún así sonrió. Pues aquel gran fresno sabiendo de su final cada vez crecía más, sus ramas eran infinitas, gruesas y fuertes, y sus hojas eran cada vez más verdes y grandes. Éso si era digno de llevar en un yelmo, un símbolo que indicara que siempre pese a lo que pueda pasar hay que dar lo mejor, aspirar a crecer y a superar el miedo a lo que vendrá. Además según aquella leyenda que tanto escuchó de niño después de toda aquella destrucción y oscuridad un gran ser resurgirá para volver a iluminar un nuevo y mejorado mundo. - Y eso es algo por lo que hoy se puede luchar...- se dijo a si mismo mientras se colocaba el yelmo y miraba al frente dónde un gran campo donde un día más había que luchar y dar lo mejor de de él, quizá por última vez o quizá no...