Dando pequeños golpes a unas ascuas
moribundas la voz de un triste juglar comienza a narrar una historia
para el silencio y la luna, pues sólo ellos eran su público:
En las largas y oscuras noches que
miramos al cielo vemos esas luces que por un instante atraen nuestra
mirada. Sin embargo hace un tiempo un niño se propuso algo más que
seguirla con la mirada, quiso alcanzarlas, por lo menos una de ellas.
Aquel niño pasaba los días pensando
como alcanzar una de aquellas luces nocturnas y pensó que el mejor
momento sería cuando estas luces caen cansadas del cielo y se hacen
fugaces pintando por unos segundo una línea de fuego que atrae algo
más que una simple mirada. Durante muchos tiempo el niño pasaba las
noches mirando al cielo pensando como coger esos trozos de luz que
hacen brillar sonrisas e iluminar el deseo de los hombres.
Pasaron los años y noche tras noche
miraba al cielo con el único pensamiento de atraparlas. El niño se
hizo joven y de joven adulto y así hasta que sus días se escribían
con lineas cortas y cansadas. Entonces dejó de mirar al cielo por la
noches. Uno de esos días en el que hombre andaba lento y ausente por
el pueblo un chico que lo conocía le preguntó porqué dejó de
mirar las estrellas por la noche. El anciano con lágrimas en sus
ojos dejó caer su manos sobre el hombro del chico y le dijo
aguantando la tristeza en la garganta: - Sólo hace unos días, los
mismo que dejé de mirar al cielo de la noche me di cuenta de que las
estrellas que tanto he perseguido en la oscuridad no son más que el
reflejo de las verdaderas luces que se encuentran a nuestro lado y
que como las luces fugaces aparecen inesperadas, y sólo depende de
nosotros hacer que esas luces se queden para iluminarnos y ser el sol
de nuestros días y la luna llena en las noches.
Llorando el anciano marchó a su casa
de la cual jamás volvió a salir pues esa misma noche renunció a la
vida que quemó durante tantas noches. En su mano quedó una nota
escrita con una letra tambaleante: Las estrellas no están en el
cielo, viven a nuestro lado y su sonrisa iluminan los deseos de toda
una vida... Tarde... muy tarde es ya...
Escrito el 16 de
enero del 2013