martes, 13 de junio de 2017

La semana en la que se congeló el mundo.

Y así, de repente, como si hubieras perdido el hilo de todo en un pestañeo tu mundo se congela y deja de moverse... Mientras tanto, aturdido como si acabarán de sacarte de un "ruck" sin saber dónde está el balón, mantienes la mirada tensa del interlocutor de bata blanca que tras sus gafas te habla de aquello que has escuchado en las historias de otros y de la que jamás pensaste ni quisiste ser protagonista. Mientras intentas buscar la sensación que te hace darte cuenta que estás en un sueño, tu pecho te recuerda que llevas demasiado tiempo sin respirar. Supongo que cada persona actúa y se siente de mil maneras diferentes, la mía es la de crear una gran pelota de acero y pinchos y empujarla hasta el fondo del estómago, justo allí donde no te moleste a la hora de pintar una sonrisa y decir que todo va bien... Desde ese instante un parásito se apodera de tu mente convirtiendo el futuro en hojas secas que se lleva el viento, el presente en pesado plomo que se va agarrando a todo cuanto te rodea y el pasado... empieza a volverse amargo por un tiempo, después sencillamente desaparece para siempre.
 Según pasan los días empieza a ocurrir algo realmente curioso y extraordinario, sin saber porqué ese parásito ha sacado a la luz una fuerza extraña en tí. Es extraña por que a pesar de ser un sentimiento y reacción de lucha diaria ante todo, no le acompaña ni un poco de alegría ni sentimientos de amor o de bienestar por seguir adelante, es tan solo eso, fuerza para luchar cada día, para que ése plomo no te paralice ni te ate a un sillón o una cama, directamente mata a la autocompasión y a la pena de una forma que nunca antes nada había conseguido.
De una forma asombrosa cada cosa que haces se vuelve más consciente, sobre todo cuando sabes que posiblemente será la última vez que la hagas en mucho tiempo y solo te centras en hacerla lo mejor posible. Llegas a tener sensaciones que ya no recordabas como el olor del sol, el sabor del atardecer, el peso del balón en la mano, el sonido de las botas en el césped al correr, el color de las palabras en tu mente... Hay veces que incluso encuentras sentido a cosas en las que no te dabas cuenta como la forma de los árboles en punta señalando al cielo como si fueran cohetes a punto de despegar buscando al sol... Sí, sé que parece absurdo todo, pero en su momento tiene todo el sentido del mundo.
Afortunadamente hoy todo esto para mi sólo ha sido la visita de un fantasma que se ha alejado no sin despertar demonios, cosas y rastros sombríos como los que deja el fuego en un bosque tras ser apagado. También he aprendido que a aquellos a los que visita de verdad y los abraza entre sus patas y pinzas de cangrejo en cierto modo los hace mucho más fuertes y saca de ellos un instinto que nuestra cómoda vida nos ha hecho olvidar, el instinto de lucha hasta el final, duro y hacia adelante con las ganas de que llegue el día siguiente y avanzar con la firmeza y ser fuertes ante él y ante todo... En definitiva los convierte en verdaderos guerreros por la vida.