domingo, 25 de diciembre de 2011

Trece... Cuento de fantasmas sin Navidad. Parte II

Colocó las manos sobre sus heridas y estas exudaron el veneno de su carne mientras se cicatrizaban. El hombre recuperó el sentido y poco a poco empezó a mover los músculos antes engarrotados.
Ayudándolo a incorporarse Tye-mela'ne le dijo: Afortunadamente no has caído aquí, pues lo verdaderamente peligroso está tras la tercera y última puerta de estas mazmorras. Antes de entrar aquí tienes que ponerte estos tapones en los oídos y sobre todo ser muy fuerte.
Alargando la mano Tye-mela'ne le dio los tapones. Mientras caminaban hacia la última puerta el hombre notó un olor fuerte y muy desagradable, a medida que avanzaban las nauseas iban en aumento. -Veo que ya notas parte su daño, ni si quiera estando alejada deja de atormentar a los sentidos.- Dijo sin inmutarse Tye-mela'ne.- Te advierto que este daño es muy poderoso, el más poderoso diría yo. Enfrentarte a él implica el juramento de no llamarlo a ti nunca más, ya que si sobrevives a él y vuelve a ti, te destruirá completamente y nadie ni nada podrá auxiliarte ni acercarte a ti. Tras la siguiente puerta ni mis llamas podrán protegerte. Este daño puede doblegarme, quizá no derrotarme paro si debilitarme lo suficiente como para que no puede hacer nada por ti.
-¿Qué daño tan poderoso es que hasta tú temes?- Dijo el hombre visiblemente asustado.
-Uno que has usado sin saber bien cuales eran sus verdaderas consecuencias. Uno que me ha debilitado mucho, que ha puesto en mi grilletes pesados y sobre todo ha herido a quienes quieres y quien amas.- Tras terminar estas palabras Tye-mela'ne abrió una pesada puerta de hierro. El hombre evitando las arcadas que le daban el fétido olor que salía de la celda, asomó con curiosidad para ver el interior. En ese momento Tye-mela'ne le agarró del brazo y le recordó que se pusiera los tapones.
- De ahora en adelante te hablaré así- escuchó el hombre en su mente la voz de Tye-mela'ne.- Yo no podré entrar contigo ahí dentro, te guiaré desde fuera cuanto pueda. Ahora envolveré tu cuerpo con mis llamas para que puedas aguantar un poco más dentro.de la celda- Tye-mela'ne acercó su bastó y unas llamas rojas rodearon el cuerpo del hombre sin dañarlo. Con un gesto seco Tye-mela'ne indicó al hombre que entrara en la celda.
Con pasos indecisos el hombre entró en la celda. Lo primero que notó fue un suelo resbaladizo y pegajoso. La celda era amplia y austera, tan solo vio en ella bola negra de casi dos metros de altura. Intentando mantener el equilibrio y los nervios se acercó a ella. En cuanto iba acercándose notó como las llamas que lo envolvían ibas quemando pequeñas espinas negras que se acercaban a él. Cuando estuvo a un par de metro la gran bola negra se giró y se mostró. Una gran boca negra con dientes podridos y lengua baboseannte que dejaba caer una pasta rojiza, la misma pasta que llevaba pisando desde que entró en la celda. Los labios supurantes estaban llenos de espinas negras que se lanzaban a medida que estos se movían. Un aliento verdoso gaseaba la estancia haciendo cargante y hediondo el ambiente. La boca comenzó a hablar, pero el hombre no podía escucharle por los tapones que le dio Tye-mela'ne. A cada gesto de sus labios el hombre sentía una gran debilidad y miedo, una fuerza muy pesada se cargaba sobre la espalda del hombre empujándolo hacia el suelo intentándolo aplastar como a una cucaracha.
-Lo que ahora tienes delante es el peor daño del alma.- hablo Tye-mela'ne en la mente del hombre- Es la mentira, cuando mueve sus labios lanza potentes espinas que se clavan en la carne de quien la escucha o las presencia. Su aliento pudre cualquier verdad e incluso daña los actos más puros del ser humano. Recluirla aquí en las mazmorras ha sido el mayor logro de todos cuanto he realizado, ello me ha costado casi la muerte, después de esto jamás volveré a enfrentarme a ella sin ser derrotado. Si ella saliera de estos muros tanto yo como todo lo que te rodea sería destruido y solo la muerte daría cierto descanso al tormento que sufrirías.-
Las llamas que con las que Tye-mela'ne había envuelto al hombre comenzaron a menguar y una gran bola de plomo se ató con grilletes a los pies del hombre.- Mi fuego se debilita y la mentira comienza a aprisionarte. Vuelve hacia la puerta mientras puedas. - Tras escuchar las palabras de Tye-mela'ne el hombre comenzó a andar hacia la puerta pero la gran bola de plomo impedía casi cualquier movimiento. El pringoso suelo hizo al hombre caer mientras veía como el fuego que le protegía se iba desvaneciendo. Las primeras espinas que entraron en su cuerpo se calvaban directamente en sus nervios y músculos haciendo así más doloroso cada movimiento del hombre. Éste intentaba arrastrar la pesada bola con gran gesto de dolor, las espinas penetraban en su carne y lo hacían sangrar. La imagen era horrenda, la gran boca cada ves hablaba más rápido haciendo que la presión presionara más al hombre contra el suelo, las espinas de sus labios hacían sangrar su cuerpo y dificultaban los esfuerzos por avanzar, la puerta entreabierta se encontraba a unos escasos tres metros, pero todo aquello hacía que el hombre viera esa distancia insalvable. Debido a la pérdida de sangre y los dolores de las espinas clavadas en sus músculos y sistema nerviosos el hombre empezó a debilitarse enormemente. Cada pequeño esfuerzo se hacía inmenso y apenas sin frutos. - ¿Te das cuenta ahora de todo el mal que hacían tus mentiras?. Escuchó desde la puerta a Tye-mela'ne.- ¿Ves como cada pequeña espina infunde un gran dolor?, estas paralizan cualquier acción e incluso cuando tu mismo intentas luchar contra ellas provocan un daño aún más agudo. Desangran la vida y pudren poco a poco la pureza de quienes reciben tus mentiras.
Un grito ahogado y atronador salió de la boca del hombre. Su cuerpo ensangrentado y dolorido sacó una fuerza inesperada y arrastró la gran bola los metros suficientes como para llegar a la puerta y desplomarse sin conocimiento.
Tye-mela'ne agarró el cuerpo sanguinolento del hombre y lo sacó con gran esfuerzo, tras apartarlo de la celda empujó con fuerza la pesada puerta para cerrarla. Tye-mela'ne se quedó abrazó al hombre que apenas respiraba. Con gran espanto y horror recordó la lucha que hace no mucho tuvo con ese mismo daño y de como en cada movimiento de los oscuros labios sufría atroces heridas.
Poco a poco el hombre fue recuperándose, al poco rato empezó a volver a sentir grandes dolores. Las espinas salían de su cuerpo con el mismo dolor que provocaron al entrar, los gritos del hombre retumbaron en todo el pasillo de las mazmorras.
-Todo ese dolor no es más que una parte del que causan las mentiras.-dijo Tye-mela'ne mientras volvía a coger al hombre entre sus brazos.-Ahora que sus espinas te han dañado no podrás volver a mentir a quienes quieres y amas. La próxima vez que este ser vuelva a ti morirá toda gana que tengas por vivir. Tus sueños marcharán presurosos a suicidarse y tus ilusiones se ennegrecerán hasta ser sombras frías de un ayer que jamás recordarás. Y yo moriré sin poder guiar tu vida, condenado vagarás hasta tu muerte como infame y pordiosero.
Tye-mela'ne aleteó fuertemente para envolverse de nuevo en la oscuridad. - ¿Vuelvo ya a casa? Preguntó el hombre muy debilitado. - No.- contestó Tye-mela'ne con una media sonrisa.- Aún quiero que visites a alguien en esta noche.

Una luz comenzó a envolverlos dejando ver una ventana en una fachada de ladrillos. Con curiosidad el hombre miró por ella agarrado a Tye-mela'ne. El ser alado dejó flotar al hombre en el aire y se colocó al lado. El hombre abrió los ojos con gran asombro, veía un cuerpo sobre una cama descansando. Él sabía quien era, él amaba con todo su alma a la persona que estaba mirando desde la ventana.- No te molestes por nada, esta noche no podrás entrar ni podrá verte, pero entrando conmigo podrás contemplarla unos minutos.
Con los ojos llorosos el hombre cogió la mano que Tye-mela'ne le ofreció y juntos atravesaron las paredes como si fueran fantasmas. El hombre se sentó a su lado contemplando su precioso rostro. Tye-mela'ne acercó su bastón llameante y ante ellos comenzaron a brillar unas heridas que a simple vista no parecía tener. El cuerpo de la bella dama tenía desgarros muy similares al que el hombre tenía en el pecho provocados por la capa de cuchillas. El hombre intentó acariciarla mientras que miraba las cicatrices. - Hoy tampoco puedes tocarla.- dijo Tye-mela'ne apartando con suavidad la mano del hombre. El hombre apreció unas marcas paralelas junto al cuello de la dama, marcas hechas por el orgullo desmedido y ciego. Las lágrimas empezaron a cubrir sus ojos y su rostro.
El hombre siguió mirando y contempló muy triste como el cuerpo de la dama también tenía espinas en la cara y en el pecho. Llorando profundamente miró a Tye-mela'ne. -No puedo hacer nada para quitárselas y curarla?.
-No. -Contestó Tye-mela'ne mientras con sumo mino y cuidado empezó a curar cicatrices y a retirar espinas al cuerpo durmiente de la dama- Para eso estoy yo. Soy el amor, el más poderoso de los sentimientos de tu alma. Y yo he cuidado y velado de ella cada instante, llevo curando sus cicatrices y sacando espinas desde hace algún tiempo. Yo he logrado enjaular y vencer a cada unos de los monstruos que has visto en la mazmorra y esta noche entré en tu soledad para mostrarte todo lo que hasta ahora has ignorado.
El hombre comenzó a respirar cada vez más fuerte mientras no podía dejar de llorar. Se levantó de la cama de su amada nervioso y asustado por todo lo que esa noche había visto. A cada momento la respiración se hacía más fuerte y pesada, sentía flaquear sus fuerzas mientras mientras observaba como Tye-mela'ne, el amor, seguía extrayendo espinas y acariciando las heridas para cicatrizarlas. Con esa visión se desplomó y calló al suelo.

Unos golpes repetitivos en la puerta lo despertaron. Tumbado en su cama el hombre miró hacia la ventana para ver si ya había amanecido y todo aquello era un sueño o si por el contrario sería Tye-mela'ne visitándolo de nuevo aquella misma noche de frío invernal.

¡Feliz Navidad!


sábado, 24 de diciembre de 2011

Doce... Cuento de fantasmas sin Navidad. Parte I

 
Unos golpes repetitivos en la puerta lo despertaron. La noche cerrada se dejaba ver por la ventana y un viento frío e invernal movía los árboles de la calle. Se vistió apresurado y bajó a la puerta mientras esos golpes volvían a sonar con más insistencia. - ¿Quién puede ser a estas horas intempestivas?- se preguntó arqueando una ceja y agarrando el pomo de la puerta para abrir. Con la curiosidad y el sueño ni siquiera se acordó de mirar antes para ver de quién o qué se trataba.
Al abrir la puerta ante él se le presentó una figura encorvada de no más de un metro y medio de estatura. Encapuchada con telas oscuras y raídas una anciana con los ojos vendados alzó la cabeza.- Buenas noches caballero- le dijo la anciana con voz dulce- ¿Le importaría dar cobijo en esta noche fría a una vieja ciega de huesos frágiles?- Él, extrañado y un poco temeroso acercó el farolillo que portaba en la mano para ver mejor a la anciana. Su rostro y figura le resultaron un tanto familiares, además una pobre vieja no podría hacerle mucho, pensó. Él era corpulento y fuerte, y en el caso de que la vieja fuese una ladrona o una maleante la doblegaría con facilidad.
-Pase señora, pase- dijo amablemente mientras se apartaba de la puerta para dejar paso a la anciana. Con el primer paso que dio la vieja, al hombre se le erizaron los pelos de la nuca. Un tintineo metálico de cadenas acompasaba cada paso como si en sus tobillos portara pesados y grandes grilletes.
Serenando cuerpo y voz él preguntó: -¿Lleva grilletes de preso en los pies?-
-¿De preso...? Dijo la anciana meditando- Si... presa he estado en muchos lugares y quizás hoy me esté escapando.
El hombre sin querer pensar mucho agarró a la anciana para echarla a la calle. Ésta ,con la gracilidad de una potrilla, se deshizo de la mano que agarraba su capucha dando un pequeño salto hacia delante y desapareciendo en un potente haz de luz que cegó al hombre cerrando también la puerta de un golpe.
Cuando el hombre quiso recuperar la visión tenía ante él un majestuoso ser alado de más de tres metros. Vestía un gaseoso vestido rojo y en el rostro aún portaba la venda que le tapaba los ojos. Tanto su cuerpo como su cara jugaban a ser un hermoso híbrido entre hembra y varón.
Asustado por tamaño espectáculo el hombre no acertaba a balbucear más que : -¿Qué eres, un demonio?-
-¿Demonio?- preguntó el ser alado con una sonrisa. - Sí, algunos podrían decir que algo de demoníaco hay en mi. Pero nada de eso conozco yo.- Acercándose al hombre lentamente le dijo: - Antes de de conocer quien soy yo debes conocer a otros que hoy también quieren verte. Esta noche viajarás a un mundo que está a caballo entre tu pasado y tu presente. Cuando yo me vaya espero no estar hablando con el mismo hombre asustado y solo que ahora frente a mi encuentro.-
Asustado y paralizado, el hombre, se dejó coger por el ser alado. Su fresco olor a rosas calmó en parte su perturbación. Esta volvió en cuanto toda la estancia se convertía en pura oscuridad. Las alas de aquel bello híbrido empezaban a aletear con una cadencia elegante. Al poco tiempo a lo lejos se apreciaba una mancha gris que a medida que iban acercándose, se iba intuyéndose un muro de roca con una portezuela de madera ennegrecida. -¿Qué es eso? - Preguntó el hombre.
-Eso que ves es la entrada a las mazmorras. Lugar donde se recluyen los daños del alama.- Mientras decía estas palabras posaba sus pies ante la negra puerta.- Por cierto, mientras estamos aquí y hasta que te diga mi nombre puedes llamarme Tye-mela'ne.-
Bajándose de los brazos de Tye-mela'ne el hombre le preguntó: ¿Mazmorras, daños del alma? ¿Quién quiere verme aquí?. No entiendo nada.- miró fijamente a Tye-mela'ne- Mi nombre es...
-Aquí todos conocemos tu nombre. - Dijo rápidamente Tye-mela'ne. - Estás aquí para comprender y entender aquello que has ignorado y que te ha llevado a estar donde estás. Estás aquí para ver el daño que has hecho y que nunca podrás repetir. - Riendo con condescendencia- Suponiendo que algún día dejes de ser un muerto en vida.
Sin más que decir por parte de ninguno de los dos, Tye-mela'ne abrió la puerta de las mazmorras. Dentro había un largo pasillo con puertas y barrotes a un lado, éste se iluminaba con antorchas de madera y hierro.
La humedad entraba hasta los huesos y la sobriedad de la roca de las paredes arrancaba todo pensamiento feliz del corazón del hombre. Con un movimiento grácil de su mano derecha - Tye-mela'ne- hizo que apareciera un largo bastón dorado, en su parte más alta una gran llama iluminaba el camino. Flotando como lo hacían las llamas de su bastón Tye-mela'ne avanzó - Vamos, tu primera visita es a la celda que tenemos justo a la derecha. El hombre asustado y sumiso encaró la puerta de madera vieja de la celda; miró por los barrotes de la parte superior sin ver nada. Extrañado miró a Tye-mela'ne.- Aquí no hay nadie, solo una tela en el suelo.
Mientras abría la puerta y con un gesto de resignación Tye-mela'ne dijo: - Me sorprende que nuestra nueva adquisición sea irreconocible a su antiguo dueño. No hace mucho que está aquí, pero se adapta bien.
Una tela plateada con forma de capa corta y capucha se alzó ante ellos. Se movía bruscamente, amenazante y cortante. Cuando el hombre puso más atención en ella vio que la tela tenía cosidas millones de cuchillas, sus gestos bruscos y cortantes amenazaban con inferir daños y heridas a todo cuanto se acercase a ella. Retrocediendo ante aquello el hombre preguntó: -¿Cómo puede haber sido esto mio? No recuerdo que yo tuviera una prenda así y menos que estuviera llena de cuchillas hirientes. Tye-mela'ne se apartó a un lado y se apoyó sobre la pared, con un gesto fuerte acercó la llama de su bastón para hacer retroceder a la corta capa. - Esta capa simboliza el carácter que hasta hace bien poco te arropaba y te protegía. Te protegía de tus miedos y complejos, te aferrabas a ella por que te imbuía de un aspecto de “tipo duro”. Esta capa era tu reflejo hacia la gente ajena y cercana. Se llegó a descontrolar tanto que herías y cortabas a todos los que tenías alrededor. -Tye-mela'ne torció el gesto con resignación mientras seguía hablando- Incluso a quien amas. Utilizaste esta capa para huir de tus complejos y miedos en vez de compartirlos y afrontarlos con los que te querían. Muchos hoy apenas te reconocen sin ella. - Apuntando ahora con las llamas del bastón hacia el hombre- Ahora que has vencido tu mayor complejo y que muestras el cariño que tus miedos aprisionaron con cadenas de acero te sientes débil. Aún no comprendes que no eres un “tipo duro”. Eres humano, imperfecto y con miedos que afrontar y compartir.
El hombre miró de nuevo a la capa y reconoció esos gestos duros y secos. Eran los suyos hasta hace bien poco. Con pesar y tristeza intentó acercarse a la capa para acariciarla y calmar los miedos que en ella regían. A menos de un metro de distancia, la capa se alzó altiva y lanzó un corte al hombre directo al pecho. Tye-mela'ne se lanzó rápidamente hacia la capa y con su bastón llameante la apartó mientras herida por las llamas sus ataque se eran más indiscriminados. - Sal fuera mientras la retengo y salimos de espaldas- gritó Tye-mela'ne-. El hombre agarrándose la herida obedeció y Tye-mela'ne cerró la puerta con un golpe seco. A continuación colocó su mano sobre la herida del hombre y esta comenzó a cerrarse ,no sin antes dar un buen pinchazo mientras se cerraba y dejaba cicatriz.
El hombre aun con la tristeza en sus ojos agradeció el gesto y acarició su nueva cicatriz. Tye-mela'ne sin decir nada se dirigió a la siguiente celda.

Cuando llegaron ante ella el hombre se extrañó , no había una puerta de madera. Había un cristal dorado que Tye-mela'ne abrió acercando las llamas de su bastón.- Pasa, este también es nuevo por aquí- El hombre entró en una estancia con grandes estantería rotas y torcidas por el peso de los volúmenes de libros y papeles que había en ellas. Justamente en frente un escritorio de madera era el principal lugar de atención. El hombre reconoció algunos libros y legajos. Asintiendo Tye-mela'ne dijo: - Si, estos libros son conocidos para ti. Es mucho conocimiento almacenado, pero todo ello es mera decoración. Lo que aquí se encuentra está en el escritorio.
El hombre se acercó despacio hacia la mesa de madera. Allí descubrió una gran cobra real que dormitaba. Al acercarse para admirar mejor a la cobra ésta se alzó de forma amenazante y comenzó a sacar sus colmillos mientras escupía pequeñas gotas de veneno y se metía entre las estanterías. El hombre retrocedió esquivando como pudo los ataque del reptil. Mientras retrocedía se dio cuenta de que a la cobra le faltaban sus ojos, y que los movimientos que realizaba eran guiándose por el oído.
-Poderoso animal.- Dijo Tye-mela'ne -Sin embargo es ciego y no puede apreciar todo este saber que tiene alrededor, simplemente muerde y escupe mientras se rodea de libros. Esto que ves ante ti era tu orgullo. Animal que no permitía contestación ni réplica. Sólo con oír salta lanzando veneno mientras va de legajo en legajo escondiendo su defecto entre palabras antiguas.
El hombre asustado y esperando un nuevo ataque preguntó: ¿Qué puedo hacer?, como siga así me morderá sin poder evitarlo.
Tye-mela'ne se acercó a él y mientras le ponía una mano el hombro le dijo: El orgullo ciega al hombre y lo hace sentirse poderoso. Pero como te dije antes, el ser humano es imperfecto y no sabe todo aunque así lo crea. La seguridad del saber o conocer no aporta nada si no se es humilde con lo que sepan los demás. Busca entre todo esto una frase que te ayude a ver la verdad.
El hombre sin saber que hacer se acercó a los libros que más cerca estaban de él. Empezó a ojearlos buscando algo en ellos. De repente del lomo de uno de un ejemplar cercano la cobra saltó y le mordió en el brazo provocando un incómodo escozor.
-El veneno actuará en unos minutos y si no encuentras y comprendes la frase necesaria yacerás aquí.- Dijo Tye-mela'ne mientras se apartaba hacia la salida para dejar espacio.
Desesperado el hombre comenzó a buscar entre los libros y papeles. Buscaba palabras que le dieran una respuesta. La cobra volvió a a atacar, esta vez le mordió en las piernas. Ahora el veneno entumecía sus músculos. Se sentía cada vez más pesado y ahogado entre todas aquellas palabras. -No soy capaz de encontrar nada, no sé nada, no sé lo que tengo que hacer.- Dijo el hombre con la voz temblorosa por los nervios.
-Eso es un buen comienzo aunque no te quede mucho tiempo. - Le contestó Tye-mela'ne.
Los músculos ya no le respondían. Calló en de rodillas en suelo, momento que aprovechó la cobra para escupir veneno a su cara. Esquivando como pudo el veneno el hombre dijo:- No se nada, dudo de todo.- En ese momento sus ojos se iluminaron y recordó una frase que alguien le dijo una vez.- Dudando de uno mismo se alcanza la verdad.- dijo mientras se desplomaba en el suelo.
Tye-mela'ne voló hacia él para recoger el cuerpo sacándolo de la celda.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Once... Relato


El grito ahogado de una mujer me despertó con violencia. Rápidamente reconocí el suelo de nuestra habitación y las sábanas púrpuras de nuestra cama. Me encontraba tirado en el suelo a los pies de la cama y parcialmente arropado con las sábanas manchadas de vino. Miré hacia la puerta donde encontré a la criada con cara de espanto y cierto gesto de dolor en sus ojos. Me alcé extrañado apoyando mi mano en el colchón húmedo aún por el vino, dirigiendo mi mirada hacia la cama, lugar en el que la mirada horrorizada de la criada se clavó sin poder reaccionar.
El corazón se me heló tan rápido que pude sentir como el último latido me rompía en dos. Encima de nuestra cama yacía ella, desnuda y ensangrentada, lo que me pareció vino en las sábanas era su sangre. Miré mi mano empapada y temblorosa por el color rojo que ahora las teñía. Las lágrimas salían de mis ojos llevándose de mi todo calor y cordura; me abalancé sobre ella buscando una insignificante señal de vida que me permitiera sentirla nuevamente a mi lado. Su blanco y precioso cuello estaba seccionado de forma abrupta, la sangre más seca dejaba intuir la forma de una dentellada amplia e iracunda, al rededor de la herida se apreciaban pequeños mordiscos que enrojecían su piel. Estas marcas recorrían todo su cuerpo hasta su sexo. El pecho donde mil veces dejó reposar su cabeza mientras unas caricias alejaban todo mal de mi, ahora estaba rajado por unas zarpas grandes con profundas marcas que deformaban su bellísima silueta.
Balbuceando llantos acaricié su rostro apartando su negro pelo para que me dejara ver por última vez el rostro de mi amada.
La criada echó a correr hacia la calle gritando y lanzando palabras sin sentido mientras se alejaba. Instantes después cogí mi negra capa y tras abrocharla a mi cuello besé sus fríos labios y salí presuroso de la estancia sin dejarme ver ni sentir. Me dirigí al oscuro bosque que rodeaba la aldea, allí pasé muchas noches llorando y consumiéndome en mil torturas. No entendía cómo llegó pasara algo así. ¿Cómo ante mí se segó la vida de mi amada sin tan siquiera yo enterarme?. ¿Cómo se pudo hacer tal brutalidad sin que me inmutara lo más mínimo, sin escuchar sus gritos de ayuda y de pánico?. ¿Qué cegó mis sentidos esa noche?…
Una noche mientras lloraba y revivía la pesadilla de mi doloroso amanecer una y otra vez me quedé dormido gimoteando. Esa noche soñé los últimos momentos que recordaba con ella. Recordé en el sueño, como la desnuda con caricias, como jugué mordiendo su cuerpo mientras ella se excitaba y como sus besos apasionados desataban mis gemidos de placer. Cada vez todo parecía más confuso. Ella al principio reía y mordía su labio inferior mientras yo bajaba desde su cuello con pequeño muérdos guiándome por el vibrar de su cuerpo. Después una punzada en mi pecho me empujó hacia atrás, rápidamente mi pulso se aceleró y mi respiración se volvía más dificultosa. Tumbado de espaldas sobre la cama comencé a temblar por el dolor que se producía en cada centímetro de mi cuerpo, ella con preocupación y espanto me miraba diciendo cosas que era incapaz de escuchar debido al dolor. Tras unos instantes todo temblor y pinchazo cesó; me incorporé y la vi con los ojos muy abiertos y el gesto de horror oscurecido se clavó en su rostro blanco. Con gran extrañeza miré al espero del armario, allí la vi a ella asustada frente a un gran y aterrador lobo con extremidades humanas en el que la luz de luna que entraba por la ventana dejaba ver un pelaje negro y brillante. Tras esa aterradora imagen comencé a sentir una excitación grandísima junto con el impulso de abalanzarme sobre ella probando esa carne que tanto deseaba. Asustado miré mis manos que en ese momento eran unas deformadas garras con aspecto amenazante. Luché durante un tiempo contra aquel impulso mientras ella paralizada de voz y gesto lloraba de terror. Un ahogado aullido salido de mi garganta fue el disparador de mi brutal acto.
Sudando y nervioso desperté en el bosque. Sabía que lo soñado no era solo un sueño, en mi interior sabía que aquello fue lo que pasó. Pero fue al tirarme a la orilla de un lago para beber cuando vi que el reflejo de la plateada agua me devolvía era el del aterrador lobo negro. Miré mis manos nuevamente convertidas en aquellas garras que arrebataron la vida de mi amada.
Desesperado corrí sin sentido toda la noche. A la mañana siguiente amanecí en una fría superficie de piedra. Me incorporé entre cruces y estatuas de ángeles, bajo mi cuerpo la losa que sellaba el cuerpo de mi amada. Mientras me bajaba con la pena devorándome cada trozo de mi corazón descubrí como de la gran cruz gótica pendía una colgante que ella me regaló. Lo agarre con rapidez y ocultando mi desnudez en la niebla me dirigí a nuestra casa, hoy fría y deshabitada como el cementerio de donde venía.
Había escuchado muchas leyendas sobre los hombres-lobos, en todas ellas se decía que las balas de plata eran lo más efectivo. Por ello me dispuse a fundir el preciado colgante en la chimenea de nuestra habitación, para ello quemé libros, muebles y ropa, todo menos la cama que como testigo mudo de todo cuanto allí pasó la dejé intacta.
El colgante parecía resistirse a las llamas,parecía que el amor que él se volcó lo hacía inmune al fuego. Pero tras un largo rato se deshizo. Las lágrimas de plata caían en el molde de las balas presintiendo lo que pasará. Tras unos minutos la redonda bala calló sobre mi mano, con nerviosismo y ansia introduje la pólvora por el cañón y preparé el disparo.
Ahora que ya termino el repaso de todo lo que ocurrió desde que aquel grito ahogado me despertó hasta ahora que encañono mi sien mientras las lágrimas bañan un fingido rostro sereno. Miro la cama aun con su sangre seca, sus sábanas por las que tanto reímos, e imagino su cuerpo y su rostro ahora ya perdido. Cierro los ojos y respiro hondo.

¡Clack!. ¡Bang!

domingo, 18 de diciembre de 2011

Diez... Relato antiguo

La bruma se levantó y delante nuestra aparecieron. Eran cientos y sus gritos ensordecían el fuerte viento. Realmente parecían dispuesto a segarnos la vida con sus propias manos... En ese momento un joven que estaba mi lado con cierta cara de espanto me preguntó: - ¿Disculpe señor, por qué demonios luchamos hoy?

Miré al cielo recordándola, intentando buscar fuerzas en su recuerdo. Después miré a las caras de vivo odio que estaban en nuestro frente. -Por un mañana.-dije- Por creer que naciste libre, por que mañana puedas sentir un beso, una caricia. Por que algún día el amor llegue a tu corazón y jamás vuelvas a preguntar por qué luchar.
Aún con la miel de esas palabras en mi boca y la imagen de sus labios en mi mente me lancé contra aquellos que querían imponerme sus estandartes, sus dioses y reyes.
Recuerdo que cerré los ojos al sentir el choque de mi caballo ante aquella masa, esperando sentir un golpe frío o un tirón feroz que me hiciera perder el equilibrio y caer a un negro y sombrío suelo.
Cuando todo terminó vi aquel campo infectado de cadáveres y voces de moribundos gritando por el dolor de sus fatales heridas.
En una roca no lejos de una pila de muertos estaba el joven que antes me preguntó el por qué de todo esto. Me acerqué y le susurre al oído: -Si hoy no luchas por tus sueños, mañana nadie luchará por ellos. Y si pasas de largo estarás realizando los sueños de otros sin apenas darte cuenta. En la guerra de la vida olvida tu espada y usa el corazón.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Nueve... Microrrelato antiguo

Una vez perdido, sin saber a donde ir, sin tener ganas de ir a ningún sitio... apareció de los árboles y a él se acercó. Ya no había sueños... no había nada...

Las estrellas salpicaban la oscuridad de un corazón vacío. La luna sonreía burlona y su vida... su vida ya se había tumbado en la roca a dejar que la arena del tiempo borrase de sí todo lo que fue, lo que era y lo que nunca será...



Pippin: Nunca pensé en este final…

Gandalf: ¿Final? No. El viaje no concluye aquí.
La muerte es sólo otro sendero, que recorreremos todos.
El velo gris de este mundo se levanta, y todo se convierte en plateado cristal. Es entonces, cuando se ve…

Pippin: ¿Qué, Gandalf?, ¿qué se ve?.

Gandalf: La blanca orilla. Y más allá; la immensa campiña verde, tendida ante un fugaz amanecer.

Pippin: Bueno, eso no está mal.

Gandalf: No. No, desde luego.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Ocho... Relato


De la temblorosa mano se mecían las velas del candelabro. La luna reinaba en su punto más alto, la medianoche dejaba su manto de grata oscuridad fuera del gran torreón. El silencio se rompía con cada paso que daba el portador de las velas que alumbraban una oscura travesía hacia el suelo más profundo y húmedo de las mazmorras.
Terminada la bajada, una amplia cámara recibía al nervioso y angustiado hombre que durante la noche el sueño le fue arrebatado como arrebata la fría cuchilla de la muerte la vida de los jóvenes en su inesperado caminar. Ya no podía aguantar más, tenía que bajar a visitarlo y hablar con él. Sabía que los años de oscuridad y letargo en la celda más oscura y deprimente lo conservarían para este momento. Con resignación se encaminó hacia la única puerta que existía al final de la gran estancia . La puerta recibió con con desgana el reflejo de la luz, su plateada piel bien repujada de las más infames criaturas demoníacas que se retorcían, golpeaban, desmembraban y fornicaban a placer adornaban una cerradura en el centro con la forma de una corazón humano. En él introdujo una llave negra que al girar accionó el mecanismo que permitía ceder con gran esfuerzo la pesada puerta. El interior era oscuro incluso con la luz de las velas, el apesadumbrado hombre, no sin esfuerzo, cerró tras de si la puerta y colocó el candelabro en una mesa que presidía la habitación no más grande que un dormitorio. Cuando la luz aclaró la estancia se podían contemplar grabados hechos a mano de ojos lagrimeando, frases tristes y desesperadas escritas en letras mayúsculas que rodeaban las paredes. En el cercano techo se apreciaban grabados en roca viva de mujeres de largas cabellos y con miradas lascivas mostrando con perfección cada insinuante curva de su cuerpo, algunas de ellas tenían sus formas desgastadas por el constante contacto de unas manos. Mientras contemplaba el desorden de los grabados fue bajando la mirada. A media altura y como si de una cuchillada se tratase unos vivos ojos verdes se clavaron en él dejándole sin respiración por un momento.
-¡Cuanto tiempo viejo amigo!- espetó una voz seca y ronca.
Bajando la mirada y recuperando un poco la respiración anteriormente arrebatada, contestó con pesadez en su voz ya no tan cálida. - Menos del que quisiera. Ya lo sabes.
-Sí, ya sé que no sientes gozo al visitarme y menos cuando vienes solo, sin la vista de tus ángeles.- Mientras la voz decía las últimas palabras una mano de color sanguinoliento con uñas largas y rotas salió de la oscuridad y acarició algunas de las mujeres grabadas en el techo. Tras un incómodo silencio el ser de voz seca y ronca se acercó un poco hacia luz, lo justo para dejar entrever una silueta oscura de gran tamaño y desproporcionadas formas en su cuerpo. Garraspeando con la boca abierta, para hacer sentir más incomodo a su visitante, el ser le preguntó: -¿ Por qué solo vienes a mi cuando tu realidad etérea y en gran medida fingida se derrumba sobre ti?-
Levantado la mirada para contemplar aquello contestó: - Sabes que no pueden verte, que pocos, muy pocos saben de ti y que ellas – alzando la mirada hacia los grabados de las mujeres- solo te ven cuando las poseo conquistando su cuerpo y su alma y no son capaz de distinguir la realidad por el placer. Además ni tú mismo te atreves a salir de aquí. Sabes que podría dejar esa puerta abierta y jamás la atravesarías.
La silueta oscura se alzó para besar la cara de una de las mujeres del techo dejando ver parte de su cuerpo lleno de cicatrices y heridas supurantes que apenas dejaban un trozo de piel libre de marca. Cuando descendía para volver a su original posición dejando la mano posada sobre ella dijo : - No seas tan osado, tú también sabes que el impulso puede poseerme, y puedo salir airado desatando el caos en cada rincón de esta tierra buscando que el placer, el cariño y puede que el amor, me rediman de todo.
Soltando un bufido , mirando con desprecio hacia un lado y con media sonrisa irónica preguntó airado el hombre: - ¿ Quién podría amar a un ser deforme, lascivo y horrendo como tú?.- Levantando un poco más voz- Y si alguna vez osas salir de aquí piensa que harás que nos maten a ambos, y que todos nos miren peor que al abono de las tierras que se cultivan en estas tierras.
Con ira y rabia el ser cogió el candelabro y lo estrelló contra la pared dejando ver por unos instantes un rostro partido y deforme de grandes ojos verdes. De la oscuridad la seca y ronca voz gritó: - Me amará quién a ti te ame. - el grito se volvió chillido desgarrador- Y el día que de aquí me atreva a salir será de la mano y las caricias de los que te acepten tal y como somos.-
Tras escuchar asustado aquellas palabras, el hombre apresurado salió de la habitación. A oscuras y palpando con sus manos la puerta metió la llave en el corazón y empujó con ansia para cerrarla mientras en el interior se escuchaba aún rodar el candelabro de hierro. Aún sin aliento y creyendo escuchar como unos grandes puños golpeaban la puerta, corrió en la más negra oscuridad dejando tras de sí la estancia vacía, sin nadie ni nada dentro. Tan solo un candelabro de hierro abollado y velas rotas en el suelo. Tal y como siempre había estado, pues ni esa noche ni nunca hubo nada allí, esa noche, como todas, tan solo estaba él.

Canción: Requiem. Mozart

viernes, 9 de diciembre de 2011

Siete... Relato antiguo.

Ya estaban a más de la mitad del recorrido y llevaban 22 jornadas desde que habían entrado en España. Se acercaban a una pequeña ciudad en busca de la casa de invitados de algún monasterio o algún albergue para peregrinos.

Jean, Pierre y André eran novicios de la orden de San Juan del Hospital, y como peregrinos hacían el camino de Santiago, en él se encontraban personas de todos los estamentos había nobles, identificado por sus grandes caballos, campesinos ,en busca de favores para las cosechas, clérigos, hombres libres... Jean, Pierre y André siguieron a su grupo hasta un albergue dentro de la propia ciudad, allí los monjes les ofrecían un poco de pan bazo y sopa de verduras un tanto más aguada de lo normal, esto no resultaba extraño ya que en la época estival aumentaban los peregrinos y la comida no abundaba.
Jean decidió salir a pasear por la ciudad antes de que cerraran las puertas del albergue. Entre las calles desordenadas los pocos comercios que había recogían sus puestos. Las tabernas estaban llenas, desde varias decenas de metros se escuchaban las voces y cánticos de algunas de ellas. La cerveza fuerte y el vino caliente embriagaba los tonos de aquellas gentes de diversos lugares, Jean sabía que no estaba bien visto que un novicio entrara en aquellos lugares, pero ya bastante penitencia hacía con el camino se dijo.
Un olor ocre le invadió de inmediato, las 6 mesas que llenaban la estancia estaba repletas de gente extraña, por el acento se escuchaban a ingleses, germanos y otros irreconocibles. Había hombres de armas, comerciantes, distinguidos por sus ropajes de imitación a la nobleza y su bolsas bien protegidas, cerca de unas puertas que presumiblemente daban a una pequeña habitación cubierta de paja había tres prostitutas insinuándose a todo hombre, una de ellas parecía haber pasado ya por el santo oficio. Tenía la punta de la nariz cortada. Jean al final decidió acercarse un par de francófonos que retocaban unos instrumentos de madera, eran juglares de la zona del Languedoc. Jean escuchó algunos de sus relatos que ya conocía. Con aire impertinente les dijo,- ¿no tenéis nada nuevo?
Los juglares se miraron, con risa malévola uno de ellos empezó a narrar una historia de ese mismo lugar.
La historieta hablaba de una dama que se entregó a su príncipe antes de casarse, después de aquella noche, dicho príncipe no se dejo ver más. Ella desconsolada contó lo ocurrido, y el santo ofició la condeno a morir emparedada y dicen que por las noches atrae a los hombres que están excitados y deseosos de placer sexual. Al día siguiente estos hombres se encuentran muertos de pie y pegados al muro donde ella yace. A Jean aquello en cierto modo le excitó bastante, aturdido, despidió a los juglares y se encaminó hacia el albergue.

Gracias a que André lo identificó y explicó en un mal castellano que eran novicios, el moje encargado de las puertas lo dejó entrar. André estaba preocupado, Pierre no había llegado y ya los monjes habían ido a dormir. Jean lo despreocupó, Pierre no lleva bien la castidad, y hasta que no pronuncie los votos habrá ido a disfrutar.
Los compañero se acostaron. Jean tuvo dificultad para dormir, no dejaba de aterrarle un sueño. Kelpie venia hacia él con un insinuante baile, mientras sus ojos le hechizaban, sus blancas manos le desnudaban. Ella vestía un delicado vestido de gasa blanco que dejaba poco a la imaginación del joven, éste pensó que aquello era un ángel. Pero cuando se encontraba totalmente desnuda ante él, no pudo resistirse. Agarrándose a sus pechos Jean empezó a besarla, todos los votos que dentro de poco iba ha pronunciar se desvanecieron en besos, caricias y tremenda lujuria. Aquel cuerpo parecía absorber toda mesura de su ser, sentía tantos deseos que parecía ahogarse en ellos.

A la mañana siguiente un murmullo nervioso brotaba desde todos los puntos del albergue. Jean se lamentó de que lo de anoche sólo fuera un sueño, aún en su cuerpo quedaban restos del lujurioso espectáculo que su mente creó. Si en aquel momento le hubieran mandado pronunciar los votos no sería capaz, realmente no sabía si después de ese sueño querría pronunciarlos.
El monje que la noche anterior le abrió las puertas se acercaba presuroso a ellos, en su rostro pura preocupación. Jean y André quedaron extrañados el anciano monje mandó que lo siguieran con un gesto de su mano, recorrieron parte de la ciudad notando que la gente estaba un tanto alborotada. Era muy extraño, a lo lejos se veía una apiñada multitud. Jean como pudo se hizo hueco encontrándose con una escena aterradora, su compañero Pierre pálido y completamente desnudo estaba pegado a un muro de piedra. Jean y André se santiguaron como acto reflejo, en la espalda de Pierre había una inscripción al parecer hecha con un filo cortante. Ésta decía:

"...
No beses su boca
Si a medianoche tú la ves
Pues si acaricias esos labios
Siempre morirás de pie
Entre los muros, (con Pierre), ya hay ciento diez”


Dedicado a mi grupo preferido que hoy está mudo por la marcha del mejor vocalista que tuvo y tendrá. Y a ti que eres parte de todo esto ahora y Siempre…

Canción: Kelpie. Mago de öz, Finisterra.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Seis... Relato.

Hoy ya no huele a ira el viento y no se escuchan los llantos que susurran mezclados con el humo de las chimeneas. Pero hace siglos, en las calles de este pequeño pueblo se cometió el más horrendo crimen que jamás se recuerda por esas tierras.
Como recuerdo tan solo los muros rotos y caídos de una vieja mansión de mediados del XIX, situada en una colina que hoy enmascara dolor con prados verdes y un caprichoso rosal de blancas rosas envuelve a la única ventana que queda en pié. En esa ventana que hoy se antoja triste y muerta comienza nuestra infeliz historia. En aquellos tiempos el rosal tímidamente rozaba con sus rosas más atrevidas la parte baja del vano, lo suficiente para que el aroma entrara en la habitación junto con la suave y cálida brisa de principios de verano. La habitación era amplia, con una chimenea ausente de llamas, enfrentada a la ventana y bien centrada, a la izquierda , a escasos dos metros, estaba entreabierta la puerta de roble profusamente decorada y con un barniz oscuro, tonalidad que tenía todo mueble de la estancia. A la derecha de la chimenea había un pequeño leñero cuadrangular con con troncos menudos, a continuación un sillón antiguo con hipogrifos labrados en sus patas delanteras, cerca de este, en la esquina, una estantería repleta de ejemplares con nombres en latín, alemán, italiano y francés. Algunos de ellos más antiguos que la propia mansión. En el centro de la habitación presidía como mudo habitante un precioso ataúd con la tapa repleta de flores labradas en la madera y una cinta morada que envolvía en espiral la hermosa pieza. A los pies de este una presencia vestía una capa burdeos a juego con las cortinas de la ventana.
El señor de la casa y de las tierras que la rodeaban había perdido a su amor, su esposa yacía inerte ante él. Unos dicen que fueron las fiebres quienes se la llevaron, otros que fue envenenada, y los más que fue la locura y Lucifer quienes la reclamaron a su lúgubre mundo, pues se dice que todas las noches esa misma estancia permanecía iluminada y que ella recitaba en latín mientras su marido la poseía con mil caricias y besos hasta que los dos caían rendidos ante el fuego rugiente de la chimenea.
A la vera de un riachuelo cercano a la mansión se mandó a trasplantar parte de las rosas blancas de la ventana, y allí donde hoy solo se ven ruinas de mármol y granito se edificó el mausoleo más bello jamás contemplado. Una estancia circular blanca con estatuas de hadas y ángeles en mármol italiano dejaba lleno de luz y en el centro un sepulcro en piedra negra, de donde sólo sobresalía una copa y un cofre hecho de la misma piedra negra. El lugar fue elegido por ser aquel el mejor lugar para contemplar las puestas de sol. Estas dejaban caer los últimos rayos mortecinos del astro rey dejando un color dorado bastante peculiar.
El mismo día de la muerte de su esposa, el señor despidió a todos los empleados. A los del servicio, a los jardineros y a los de cocina. En un intento de ser generoso dio a cada uno de ellos el doble de su salario anual y una carta de recomendación para sus nuevos empleos. Pero a muchos de ellos les iba a ser complicado encontrar otro modo de subsistencia. Antes de la marcha de sus empleados pidió que le ayudaran a trasladar un camastro a la estancia donde pasó las noches con su amada, allí pasaría todo el tiempo hasta el día de su muerte.
Desde ese mismo día tan solo se le veía muy de mañana recogiendo el pan caliente y dos botellas de vino especiado. Siempre le acompañaba su inseparable perro, que más que un perro asemejaba a un lobo negro como las noches de invierno. No decía palabra alguna, pagaba y marchaba con semblante serio. Pero según cuentan, cada noche marchaba junto a su perro hacía el mausoleo con una cesta en el brazo, en la que presumiblemente iban las botellas de vino y algún ejemplar de la estantería que leía cada noche junto al sepulcro, en ciertas ocasiones llevaba legajos de papel donde había compuesto versos y otros, estos los introducía en el cofre tras ser recitados, la copa era rellenada de vino cada noche, el sobrante lo bebía él brindando en cada sorbo por el ansiado reencuentro en la otra vida.
Ciertas noches algunos aldeanos y antiguos sirvientes llevados por el morbo o por la malsana curiosidad se escondían tras el mausoleo y espiaban cada movimiento y palabra del señor. Esto hizo que en los mentideros de la aldea se comentara con oscuros fines lo que hacía el señor cada noche, las chanzas más malintencionadas tenían que ver con las veces en las que se recitaban textos en latín y con las ganas de verse en la otra vida.
Al tiempo estos comentarios ,que ya llenaban cada rincón de la aldea, llegaron a los oídos del párroco, este al notar la agitación de sus feligreses se vio en la tesitura de tener que actuar para relajar el alboroto y sobre todo para mellar una buena oportunidad en conseguir ciertas tierras del señor que interesaban a la diócesis, ya que hacía tiempo que ni el señor ni su difunta esposa asistían a las misas dominicales ni pagaban diezmo alguno. Desde el mismo día en el que se enteró de todo lo ocurrido preparó un buen discurso escogiendo pasajes de la Biblia que aludieran a Lucifer y a sus tretas para embargar el alma de los hombres.
Domingo tras domingo el párroco advertía de los peligros que acechaban tras las artimañas del diablo y cómo atraía a las almas perturbadas. Peligrosas eran las invocaciones en latín y las acciones que se realizan en la noche. El diablo toma forma de lobo negro que posee los sentidos del hombre para hacerlo enloquecer. Palabras que salían de su boca con enervado ímpetu y seguridad convincente.
A los pocos meses una sequía atroz azotó los campos y los convirtió en tierra yerma incapaz de dar fruto. Esto provocó que los niños recién nacidos murieran en su mayoría, ya que la falta de alimento hacía que las madres no pudieran dar el el pecho a sus hijos. Los ancianos y enfermos morían en las calles y en las malas camas hechas de paja mohosa. Los hombres veían mermar sus fuerza y las levas que se hacían para el ejército en guerra arrancaba a los jóvenes de los brazos de sus padres. La aldea desesperada buscaba cobijo en las leyes divinas y en la misericordia del Dios creador.
Poco tardaron en hilar lo ocurrido con la actitud del señor, en pocas semanas el malestar y la ira estaba enfocada en las visitas nocturnas del señor al sepulcro de su amada. Empezaron por golpear al perro cada mañana cuando el señor bajaba las calles hacia la panadería y la licorería, este al ver ese comportamiento decidió dejar en la mansión a su perro cada vez que bajaba a la aldea. El vino especiado que se le servía llevaba pequeñas dosis de veneno que poco a poco hacía enfermar y debilitar al señor. Aún así este no faltaba cada noche a su cita y leía ya con cierta dificultad los versos que le componía.
Una noche de domingo débil y con dificultad para respirar dejó que su fiel y preciado perro le guiara hasta el mausoleo. Esa noche no llevaba ningún libro en su cesta, tan solo las botellas de vino y un trozo de papel en la mano bien cerrada. El libro que le estaba leyendo lo dejó en el sepulcro, como hacía con cada ejemplar que no terminaba en la noche. Esa noche leería los últimos versos del “Carmina Burana”, que contenía poemas de amor medievales escritos en latín. Pero antes quería leerle unos versos compuestos a media tarde por él mismo.
A medio camino ,agarrado a su perro, escuchaba de fondo un gentío que ignoró pensando en que se trataría de una romería auspiciada por el párroco para sacar unos cuartos a los aldeanos. Poco a poco el murmullo se iba convirtiendo en gritos de odio y rezos temerosos. El señor siguió sin prestar mucha atención, pensó que pasarían cerca de camino a al valle para encender hogueras y emborracharse.
El primer golpe le cogió totalmente desprevenido, una pedrada en la pierna le hizo tropezar y soltar a su perro que se lanzó furibundo contra la muchedumbre. Sin ver tan siquiera su sombra el párroco se vio abordado por una mancha negra con blancos dientes que aprisionó su cuello desgarrándole la piel y dejando sin habla al gran charlatán, los aldeanos nerviosos y asustados golpearon al perro desde la distancia hasta que este soltó entre alaridos. El párroco yacía retorciéndose y sangrando en abundancia por la boca sin poder decir palabra alguna. Vencido el perro fue apaleado y pisoteado hasta que el sadismo humano sació su temor. El señor aterrorizado al ver tamaño espectáculo se levantó, dejó la cesta e intentó correr hacia el mausoleo con el puño derecho cerrado, guardando como valioso tesoro sus palabras. Pocos pasos acertó a dar antes que una antorcha le golpeara con gran brutalidad en la espalda haciendo que perdiera el equilibrio y cayese golpeando su rostro contra el suelo a escaso metros del mausoleo. En pocos segundos la muchedumbre se abalanzó sobre el golpeándole con saña e ira acompañado de gritos de intenso dolor por parte del señor que no cejaba en intentos de arrastrarse hacia el blanco mausoleo. De repente una punzada fría y rápida atravesó sus pulmones provocando la paralización de su cuerpo. El que aún sostenía el cuchillo en su mano era uno de sus antiguos sirvientes que con sus ojos casi salidos de sus cuencas sonreía de forma diabólica. La siguiente puñalada la recibió en el vientre que lo hizo encogerse de dolor y expulsar sangre por la boca a cada intento de inspiración, alguien le agarro de los hombros y lo puso espaldas al suelo, enseguida sintió un líquido frío caer por su rostro, al llegar a su boca y mezclarse con la sangre sintió el amargor del alcohol puro, los chorros que se introducían por su nariz lo confirmaron. Una mano iracunda introdujo la llama de una antorcha a la boca del señor provocando una llamarada que apartó al gentío de la vera del señor. La gente comenzó a rezar mientras a gritos el cuerpo con cabeza llameante se arrastraba hacia el mausoleo alargando en su último movimiento el puño cerrado. Los aldeanos quedaron inmovilizado ante al imagen, pero desde atrás llegaban gritos ,por la muerte del párroco desangrado, pidiendo que se quemase el altar a Satanás. Una vez repuestos cogieron el cuerpo del señor y lo introdujeron dentro del mausoleo, al mismo tiempo de su mano derecha calló un papel ensangrentado que con la locura del momento nadie vio. Introdujeron leña y más alcohol y aquello prendió con la mayor luz que jamás se hubiera visto, con los gritos maldiciendo al diablo y los dos cuerpos que yacían dentro.
El papel ensangrentado y quemado vagó por el viento hasta caer en manos de un joven que leyó tan solo las últimas palabras que el fuego no cercenó:

Buenas noches Princesa,
Buenas noches amor.
La espera hoy ya terminó,
pues con esta última copa de vino
me reúno hoy contigo mi amor...

Sin repasar.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Cinco...

Muchas veces al pasar por algún lugar un olor, gesto o imagen hace que nuestra mente nos transporte sin quererlo a una situación del pasado. Ese efecto-recuerdo que aborda nuestro ser como pirata que aborda un barco a punta de sable y arcabuz. Es una pequeña parte de nosotros que vuelve por un estímulo similar o igual a aquél que lo produjo en su esencia. A veces esos estímulos aparte de hacernos recordar nos indican otras cosas. Una de tantas puede ser el hecho de que estemos repitiendo algo parecido a lo que hicimos o que nos dirijamos a un lugar parecido.
Cuando en nuestro camino las sombras nos lamen con su áspera lengua y nos arañan en el corazón, estas crean cicatrices y ese escozor no se olvida. Cuando en la noche visitan nuestra mente dormida, empezamos a sentirlas recordando cada momento de su anterior visita. Como te arropan en un frío que hace tiritar las lágrimas y sobre todo, recuerdas cada una de las cicatrices que dejaron. Ahora el olor del viento, el gesto de la gente y la imagen del inconsciente nos transportan a un presente que conocemos.
En ciertas ocasiones, la sombra lasciva y retorcida, desnuda nuestro ser en su manto, para que como niños cansados caigamos cerrando los ojos y dejando a merced del daño cada sentimiento. Pero aún así, en cierto modo, todo ello puede reconfortarnos y en ciertos momentos ,caída ya toda defensa en pro del cansancio de mil batallas, es la mejor de las derrotas pasadas, presentes y puede que futuras.

Frase: " Del sufrimiento han surgido las almas más fuertes, los caracteres más sólidos están plagados de cicatrices." Kahilil Gibran.

Poema: Un lugar llamado nada. El cementerio de los versos perdidos

viernes, 2 de diciembre de 2011

Cuatro...

En ciertas ocasiones, desesperadas casi, tenemos que tomar decisiones duras y complicadas. Las personas que no somos capaz de avanzar sabiendo que aquellos a quienes queremos o amamos lo están pasando mal, tenemos la necesidad de hacer algo aunque sea duro para nosotros. Darle un motivo para avanzar a nuestra costa, hacerles creer que hacemos cosas que le valgan para sacar fuerzas y coraje y así puedan avanzar, para que nosotros podamos encontrar cierta paz y poder iniciar una escalada, piedra a piedra y caída a caída para salir de nuestro pozo, solos y aprendiendo un poco más.

Algún día, quizá, se enteren de que aquello que pensaron o que le dijeron no era verdad, pero que se hizo para que pudieran levantarse y sacar la fuerza que tienen dentro. Ese es nuestro regalo, nuestra última acción antes de volver a ese lugar lleno de sombras y gritos mudos. Mientras tanto nuestra pose queda como reflejo de un alma ausente y herida que busca una Oscuridad que la envuelva, una sonrisa perdida… Mientras tanto dejamos caer esas armaduras, nuestras ganas de luchar, todo… menos esa máscara que tanto daño hace.


Frase: "La esperanza es el peor de los males porque prolonga el tormento de los hombres." F. Nietzsche.


Canción: Haunted. Evanescence. Fallen./ Clavado en un bar. Maná