jueves, 29 de noviembre de 2012

Un paseo por el cementerio...



Hay veces, pocas veces, esas en las que me cuesta quitar la sonrisa de la cara, ocurre... Me sorprendo en ese lugar donde guardo como reliquia esos momentos, esas sensaciones y en definitiva, todo lo que fui. Mi particular cementerio lleno de los espejos rotos en los que miraba una distorsionada imagen. Espejos hechos con la tinta de un alma rota, esas lágrimas que poco a poco ahogan la voz que ahora me susurra avivando aún más el recuerdo muerto de las cosas que merodean. También hay estatuas que rozan la perfección... frías, inmóviles y dirigiendo “esa” mirada hacia mi. Esas mismas estatuas en las que tantas y tantas noches he dormido intentando calmar un dolor que deja cicatriz. En ellas aprendí el sabor que deja el llanto silencioso de la noche y la fuerza de un corazón que se resiste a morir. Pero no siempre se aprende a perder...

Este cementerio frío y muerto de mi, también es el lugar al que recurro para sentir el calor que le falta a mis noches, y para recordar cómo aprendí a caminar solo en un suelo de cristales rotos por complejos y miedos que maquillaban una persona incapaz de todo... Ahora todo es muy diferente, viviendo amaneceres que pintan sonrisas y demás cosas que desconozco y eso... es maravilloso.

Hoy sé que si algún día mi corazón ha de morir que sea aquí donde tanto lloró, donde tanto amó y donde algún día también sonrió.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Treinta y uno...

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De sus ojos nacían las preguntas y la curiosidad. ¿Quién eres, de dónde vienes, qué haces...?. De su boca los besos que poco a poco dejaban en mí ese sabor tan dulce...

Acariciando su cara dejé que las palabras descubrieran todo cuanto ella buscaba...

-De la casualidad pactada al destino infiel aparezco allí donde se encuentran los besos que se pierden, las lágrimas que se escapan y donde se ahoga la luz del corazón que ama. No se me espera ni se me llama. Tampoco se me ve, pues de la oscuridad fui alumno aventajado y a la tristeza cuando duerme a mi lado, le arranco sonrisas.
De tu miedo y del dolor pasado saco de mis manos mil caricias que juegan en tu piel calmando con mis labios el hambre atrasada de tus deseos.
Soy el herrero de almas. Golpeo te quieros rotos, fundo sonrisas tristes y bebo del dolor donde reposan las palabras que guardas en tu almohada...
Soy lo que ves y lo que tú me haces ser...

Ahora... deja en mi tus sueños rotos, tus lágrimas y tus nubes negras... Pues mis besos, caricias y palabras forjarán tu sonrisa de acero.



Para ti... por todo.