miércoles, 17 de octubre de 2012

Treinta

Tan solo levantó la mirada y allí estaba, clavando con tensión los ojos en él. Hacía ya mucho tiempo que no se encontraban, rehuían las palabras y los gestos .Y ahora no sabían que decirse.

-Espero que el tiempo no te haya enmudecido…
- Ni el tiempo, ni tu presencia callarían mis palabras.
- Bueno. Pues habla ya que aquí me tienes.
- ¿Hablarte?. Para que contar la historia que conoces, para qué atormentarme explicando las dudas que sabes, para qué… si ves lo veo y sientes como siento…
- Para besar tu miedo, acariciar tus dudas y sonriere a tu tristeza. Para eso y para que entiendas que nada está perdido si luchas con la suficiente fuerza.
- Me temo amigo que ya no hay lucha ni nada que valga la pena. Caí y lo que se levantó es menos de lo que murió.
- Eso no es lo que sientes ahora. Tienes miedo, y no a perder… si no a luchar por lo que te importa.
- Sé que es perder… pero no sé si quiero luchar…
- Eso ni yo puedo responderlo.
- ¿Por qué no puedes?
- Por qué solo soy un espejo, reflejo de ti… Una ilusión de lo ausente...