jueves, 29 de noviembre de 2012

Un paseo por el cementerio...



Hay veces, pocas veces, esas en las que me cuesta quitar la sonrisa de la cara, ocurre... Me sorprendo en ese lugar donde guardo como reliquia esos momentos, esas sensaciones y en definitiva, todo lo que fui. Mi particular cementerio lleno de los espejos rotos en los que miraba una distorsionada imagen. Espejos hechos con la tinta de un alma rota, esas lágrimas que poco a poco ahogan la voz que ahora me susurra avivando aún más el recuerdo muerto de las cosas que merodean. También hay estatuas que rozan la perfección... frías, inmóviles y dirigiendo “esa” mirada hacia mi. Esas mismas estatuas en las que tantas y tantas noches he dormido intentando calmar un dolor que deja cicatriz. En ellas aprendí el sabor que deja el llanto silencioso de la noche y la fuerza de un corazón que se resiste a morir. Pero no siempre se aprende a perder...

Este cementerio frío y muerto de mi, también es el lugar al que recurro para sentir el calor que le falta a mis noches, y para recordar cómo aprendí a caminar solo en un suelo de cristales rotos por complejos y miedos que maquillaban una persona incapaz de todo... Ahora todo es muy diferente, viviendo amaneceres que pintan sonrisas y demás cosas que desconozco y eso... es maravilloso.

Hoy sé que si algún día mi corazón ha de morir que sea aquí donde tanto lloró, donde tanto amó y donde algún día también sonrió.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Treinta y uno...

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De sus ojos nacían las preguntas y la curiosidad. ¿Quién eres, de dónde vienes, qué haces...?. De su boca los besos que poco a poco dejaban en mí ese sabor tan dulce...

Acariciando su cara dejé que las palabras descubrieran todo cuanto ella buscaba...

-De la casualidad pactada al destino infiel aparezco allí donde se encuentran los besos que se pierden, las lágrimas que se escapan y donde se ahoga la luz del corazón que ama. No se me espera ni se me llama. Tampoco se me ve, pues de la oscuridad fui alumno aventajado y a la tristeza cuando duerme a mi lado, le arranco sonrisas.
De tu miedo y del dolor pasado saco de mis manos mil caricias que juegan en tu piel calmando con mis labios el hambre atrasada de tus deseos.
Soy el herrero de almas. Golpeo te quieros rotos, fundo sonrisas tristes y bebo del dolor donde reposan las palabras que guardas en tu almohada...
Soy lo que ves y lo que tú me haces ser...

Ahora... deja en mi tus sueños rotos, tus lágrimas y tus nubes negras... Pues mis besos, caricias y palabras forjarán tu sonrisa de acero.



Para ti... por todo.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Treinta

Tan solo levantó la mirada y allí estaba, clavando con tensión los ojos en él. Hacía ya mucho tiempo que no se encontraban, rehuían las palabras y los gestos .Y ahora no sabían que decirse.

-Espero que el tiempo no te haya enmudecido…
- Ni el tiempo, ni tu presencia callarían mis palabras.
- Bueno. Pues habla ya que aquí me tienes.
- ¿Hablarte?. Para que contar la historia que conoces, para qué atormentarme explicando las dudas que sabes, para qué… si ves lo veo y sientes como siento…
- Para besar tu miedo, acariciar tus dudas y sonriere a tu tristeza. Para eso y para que entiendas que nada está perdido si luchas con la suficiente fuerza.
- Me temo amigo que ya no hay lucha ni nada que valga la pena. Caí y lo que se levantó es menos de lo que murió.
- Eso no es lo que sientes ahora. Tienes miedo, y no a perder… si no a luchar por lo que te importa.
- Sé que es perder… pero no sé si quiero luchar…
- Eso ni yo puedo responderlo.
- ¿Por qué no puedes?
- Por qué solo soy un espejo, reflejo de ti… Una ilusión de lo ausente...

martes, 14 de agosto de 2012

Veintinueve... Obra de un sueño

La luz despierta al dormido lector que agarra con fuerza el libro que cada noche arropa su pecho. Frente a él un magnífico escenario victoriano con su telón rojo y ribetes dorados. Con la extrañeza pegada a su rostros observa su soledad en el patio de butacas, al cual jamás recordó llegar.
Lentamente el telón se abre con calma, como si lo apartaran caricias de mujer. La ausencia de atrezzo creaba una sensación de profundidad en la oscuridad, la tenue luz camuflaba el movimiento de una figura centrándose en escena. El pequeño personaje mostró su sonrisa juguetona justo en el momento en el que la luz se enfocaba en él.

- Buenas noches amor y bienvenido  a este trocito de tu función.- Dijo aquél duende shakesperiano mientras realizaba una grácil reverencia.

La luz se fundió para dejar en la escena un perchero lleno de máscaras y un alto taburete, dónde el duende se sentaba mirando con atención cada mueca de las máscaras, al mismo tiempo que jugueteaba con algunas entre sus manos. La primera que se colocó era blanca y negra, dividiendo los dos hemisferios a partes iguales. El lado blanco era luminoso y con sonrisa seria pero cálida. El lado negro deformaba cada mueca haciendo sátira cualquier movimiento y estridente y un tanto brusca la sonrisa.

-Así empezaré esta obra,
con la mitad de blanco
y la otra de sombra.

Pues dos son uno,
el que llora, pierde y ama.
Y el que ríe y rabia como ninguno.

Pero en uno no solo dos hay.
Pues ahora de rojo visto mi cara,
con sonrisa rota y de cera mis lágrimas.

Aparto de la luz este rostro,
que huye del día
para buscar su rincón oscuro y angosto.

Para la luz, mi sonrisa dejo.
Azul,verde,violeta…
Esa con la que respondo al espejo.

En la noche los ojos de lobo,
pero con cautela y cuidado,
no hay que hacer el bobo.

Pero aun quedan muchas.
Tantas como bendas en el cuerpo.
Tantas como las que trae el silencio.

Antes de que caiga el telón,
muchas máscaras.
Pero siempre un solo corazón.

domingo, 22 de julio de 2012

Veintiocho... Palabras para el viento.

Madrugada fría del 16 de julio de hace 800 años. En el campamento almohade...

Mientras rellena el vaso de su amigo lo observa con la luz que permite una pequeña hoguera ante ellos.
- ¿En que piensas ahora mientras sonríes?
- En nada.
- Pues esa tal  "nada" consume tu mirada como el el fuego de esta hoguera consume los troncos.
- Jajaja.  Será la brisa de esta noche.
Acercándole el vaso repuesto y dando una pequeña patada a la silla de su amigo para buscar su mirada, le dice:
- Venga, descríbela como tan solo tu sabes.
El amigo se incorpora y con el vaso entre sus manos mira al cielo, tras un suspiro comienza:
- La primera vez que la vi creí que su sonrisa estaba sacada de los cuentos de Sherezade en las mil y una noche. Sus ojos oscuros y vivos están hechos para hablar sin palabras, perfectos para perderte en ellos como un cristiano en los antiguos parques de Medina Azahara.
El viento juega y acaricia su pelo negro con la misma suavidad que acaricia a las dunas del desierto moviéndolas día a día. Y el sol baña su piel canela con el mismo mimo que el mar envuelve a los peces que viven en él…
- Si tu caballo y tú os movéis igual de bien que tus palabras en la batalla, la volverás a ver y podrás susurrar a su oído todo lo que hasta hoy me has contado.
-Te prometo que así será.



http://www.elcultural.es/noticias/LETRAS/3467/Las_Navas_de_Tolosa1212_fin_del_sueno_islamico_sobre_la_peninsula_iberica

miércoles, 27 de junio de 2012

Veintisiete...



Acariciando el fuego de velas mortecinas y cansadas, en lo más negro de la noche, aparece juguetón y descarado un recuerdo. Que con sonrisa burlona brinca y rebota por la estancia buscando con feroz acierto perturbar mi pensamiento.

Así, haciendo mofa en la reverencia se presenta:

Que me disculpe la luna esta noche.
Que las estrellas me brinden su luz.
Pues más que recuerdo, hoy soy reproche.
Reproche de olvido y desgana,
de mi no acordarte porque no te da la gana.
Sé que bien servida tienes a la prosa, mi hermana.
No seré yo quién la llame ramera,
pero con cualquier “juntaletras”desalmado
se acuesta, se levanta y bien sabes que se abre entera.

¡Ven, vuelve a jugar conmigo!
Háblame, llórame, ríeme, bésame...
Quiero que vuelvas a ser mi amigo.
Acaricia mis palabras con tu ternura,
desnúdame a besos de vino y ron
y dame esa sonrisa pícara tan tuya.

Cuéntame amor, ¿por qué te enfadaste con ellos?.
A Gustavo lo tienes contento,
dice que ni recuerdas sus leyendas ni cuentos.
Calderón está hecho una fiera,
que ya no le llamas ni barquera.
Don Francisco anda fino,
¡Joder!. Dice que ya ni le brindas vino.
Luis nunca te cayó bien del todo,
siempre preferiste a Francisco hasta estando beodo.
De todos los italianos, alemanes e ingleses
es Guillermo el que dice que algo te comprende.
Será por los sueños de muchas noche de verano.
Pero no te preocupes por ellos, corazón,
siempre estarán ahí esperando tus labios, tu voz.

Por esto mi asalto en esta noche y mi reproche.
Quiero verte saboreándome en el teatro,
disfrutando en la intimidad de mi encanto.
Pero sobre todo haciéndome tuya,
ya sea con tu espada o con tu pluma,
irónica y borracha metiendo bulla
o zalamera, pícara y lujuriosa con alguna.

Una bofetada y un beso te doy.
La bofetada,fuerte, por la espera,
el beso, con lengua, para poner celosa a la ramera.

lunes, 14 de mayo de 2012

Veintiséis... El capricho de Abrahel (Parte1)

Fue pasada la media media noche cuando ése sonido me volvió a despertar. La única luz que me permitía vislumbra mi alrededor era la de una luna semicreciente  que entre las nubes dejaba reposar sus rayos en mi habitación. Intentando mantener la calma encendí un candil que había en mi mesilla de noche. En ese mismo instante su figura y rostro se proyectaron a los pies de mi cama  para en menos de un segundo desvanecerse dejando mi cuerpo totalmente petrificado. El candil cayó en la cama iniciando unas furiosas llamas, ese fue el estímulo que sacó a mi mente de aquel trance. Rápidamente volqué la palangana de agua sobre el colchón para apagar el fuego, tras respirar profundamente logré serenar mi temple y comencé a vestirme. No podía volver a la cama y solo la brisa de la noche en mi cara lograría enfriar mi mente y mi espíritu.
Cuando cerré la puerta de mi casa noté una mano reposando en mi hombro, rápidamente me giré esperando volver a ver su rostro pero allí nada había salvo mi figura oscura en la noche acompañado por la luna. Comencé a caminar sin mirar rumbo, vagando por calles y caminos que servían de atrezzo par mis pensamientos. A veces creo saber el por qué de sus visitas, leo en sus gestos efímeros mensaje e indicaciones, otras solo me queda el terror y la  posible pérdida de una cordura cada vez más ausente en sus visitas.
Una vez más sin saber cómo llego a los pies de la iglesia, la silenciosa plaza empequeñece mi figura en el centro mirando hacía una fachada que parece devolverme la mirada sería y casi reprobatoria. De nuevo el sonido que precede a su aparición sonó tras de mi. Una cálida brisa envuelve mi espalda anunciando su proximidad;despacio y confiado me giro viendo su figura caminado hacia mi. La brisa ceñía su sedosa capa con capucha a un cuerpo blanquecino desnudo y sensual, de su cara solo la boca que adornaba una bella sonrisa era lo que veía. Esa sonrisa hizo temblar por un segundo todo mi cuerpo, por un instante deseé que se detuviese y se desvaneciera como solía hacer, pero a cada paso necesitaba más su presencia.  A pocos palmos de aquella bella mujer se quitó la capucha, la belleza de su rostro me trastornó; seguidamente mis ojos se clavaron en su espalda de donde salían alas membranas, en su sonrisa aparecieron unos grandes colmillos. Con un gesto casi teatral alzó los brazos dejando toda su desnudez ante mi. Su piel blanquecina marcaba mucho más sus partes más oscuras y secretas. Con una voz imponente pero llena de sensualidad susurró con sus labios carnosos casi pegados a los míos: - Muchos me llaman Abrahel o Lilith, soy reina de los deseos más oscuros y las turbaciones más naturales del hombre. Nacida y criada en la lujuria hice de ella mi arte y belleza. Hoy deseo tu alma y cada impulso que mueve tu espíritu, hoy te llevaré conmigo para siempre, pero antes he de de visitarte tres noches seguidas para que tu alma se pegue a mi cuerpo como el cálido viento de esta noche lo hace a mi piel. - Agarró mi cintura y mu cuello entre sus manos mientras acercó tu su cuerpo al mío- Si aceptas lo que hoy te ofrezco tan solo tendrás que besar mis labios.
Sin pensar ni querer pensarlo besé esos labios que parecían hechos para acoger los míos hasta la eternidad. El beso fue largo y profundo lleno de ansia y pasión llameante. Después la oscuridad lo envolvió todo y mi mente fundió cada instante en negro.
Un dolor en la cabeza hizo que abriera los ojos, la luz del día me golpeó y  la cara insolente y reprobatoria del sacerdote me dio los buenos días. Estaba a los pies de la iglesia con la ropa desgarrada y arañazos en mi piel. Sin soltar palabra y quierendo no creer lo que en la noche pasó corrí a mi casa.

lunes, 7 de mayo de 2012

Veinticinco... Minirelato

Ya he de volver, decir adiós y morir. La noche envuelve un yermo lugar rocoso y rodeado de un horizonte tan lejano como los días en los que dejé caer a trozos mi sonrisa.  Los ropajes oscuros me hacen un cómodo  favor ocultando mi figura en la nada.  Esa Nada tan negra e inexplicable dentro de la mente humana…
Sentado en lo alto de una roca, no por cansancio sino por hacer más paciente mi espera; miro mis manos despidiendo con recuerdos el tacto de su cuerpo y el calor de su piel desnuda; pensando si aquellos momentos fueron chorros furiosos de agua que gastaba de un lago que poco a poco secaba el último pedazo de vida.
El viento se alza nervioso actuando de funesto emisario. Él estaba llegando, su furia, su rabia y su caos envolvían mi cuerpo sabiendo que esta vez no podría frenar su propósito destructor, sabiendo que mi espíritu yacía en mi pecho en forma de cenizas ausentes de un calor que un día llegó a quemar al sol.
La tierra se partía en dos al paso de aquella mole que gritaba odio y ansía por sentir quebrar cada centímetro de mi cuerpo. El suelo temblaba y las rocas sueltas salían despedidas en todas direcciones. Una de ellas de escaso tamaño golpeó mi vientre con tanta violencia que mi cuerpo se postró en el suelo clavando la rodilla.  Instantes antes de que aquél monstruo me tocara alcé mi vista para ver sus ojos, su cara y su horror…
El estallido de energía cubrió la inmensidad, el sonido sordo y perpetuo paró el tiempo durante un solo segundo. Después todo quedo desvanecido, la tierra totalmente quemada y rota conquistó cada palmo del lugar…
Todo quedó destruido e inmóvil, todo menos unos jirones negros que el viento jugaba a no dejar caer en vano intento. Esos pedazos quedaron en el suelo, eso era el único recuerdo...

viernes, 20 de abril de 2012

Veinticuatro ...

Y yo, nadando en un mar sin agua,sin peces, sin sal...  y sin nada en que nadar.



Albert Einstein “El que se erige en juez de la verdad y el conocimiento es desalentado por las carcajadas de los dioses”.

martes, 14 de febrero de 2012

Veintitrés... Relato corto (Hijos del fresno)


El silencio quebró la batalla; solitaria y despejada era la vista y nada salvo la espada fuertemente en la mano sentía. Cansada la respiración y pesado el animo se volvía.
Tan alta como un hombre y bella hija del sol. Se acercaba tras la muerte quemando pena, fatiga y dolor.
- Walküre...

domingo, 5 de febrero de 2012

Veintidos... Interestatal 60


Hace años vi una película que pintaba mal desde el principio. Americanada y fantasía, pero la verdad es que aquella película no era para nada una americanada ni tenía tanto de fantasía. Es una de esas películas que recuerdas y piensas en partes de ella para encontrar cierto significado a las cosas.
En un momento del viaje del protagonista se plantea la famosa teoría de las fronteras de Frederick Turner. Resumiendo dice que las fronteras son el lugar de migración de aquellos que no se identifican o cuadran en la sociedad. Así desarrolla como los que no encajaban en Europa viajaron a América, y posteriormente los que no encajaban en la nueva sociedad americana tomaron el oeste. Así explica como una vez estando el hombre en un mundo sin nuevas fronteras éste las crea. Internet, el espacio, el mundo virtual...
Tras pensar en ello y en gran medida creerlo cierto, creo que la incapacidad o falta de velocidad del hombre para crear más fronteras provoca un aumento del rechazo hacia el semejante que piensa diferente. Hoy en día la sociedad no puede expulsar a una frontera lejana a aquellos que no aceptan sus roles ni sus ideas impositivas. Cada día hay más fragmentaciones en los lugares de internet donde se concentran miles de personas para las cual la sociedad no tiene ni quiere respuesta.
Pero pensando un poco más allá de este “encajonamiento fronterizo” se puede apreciar otro hecho más que particular. Cuando en Europa no se acepta a estas personas de pensamiento diferente van a América, una vez allí, la nueva sociedad crea a otras personas con pensamiento crítico que van más allá. Pero hoy se mira con admiración a aquellos locos y desterrados que están más allá del mar, hoy se utilizan los emoticonos y un lenguaje específico en internet creado por aquellos que no encajaban en la sociedad. Se utilizan los “memes” para cualquier cosa ignorando dónde se crearon, ignorando que sus gestos y sus gracias nacieron de esos “frikis, geek o gente alternativa” que la sociedad rechaza. Por tanto creo que hoy en día los que van más allá de las fronteras que impone la masa no hacen más que ser más rápidos que esa masa que les persigue.


Nietzsche: “El individuo siempre ha tenido que luchar para evitar ser dominado por la tribu”.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Veintiuno...


Siempre he sentido una gran curiosidad por la forma en la que la mente de los hombres cambió el significado de la palabra “demon o daimon” . ¿Cómo puede llegar a ser que la parte la parte de nosotros donde creamos y desarrollamos nuestras genialidades y nace nuestra conciencia más pura y oscura llegue a ser el azote de una creencia que se basa en la perfecta bondad del hombre?.
No conozco una respuesta clara y no creo que pueda llegar a conocerla nunca. Quizá un paralelismo sea algo evidente. La necesidad de ocultar y apartar de nosotros ciertos pensamientos o acciones que realizamos sin entender el impulso o la fuerza primaria que nos mueve a ello. Aquello que en sus más bajas pasiones entendemos como instinto y en sus virtudes lo vemos como genialidad o inteligencia pura.
En la parte más “negativa” puede ser un monstruo dentro de nosotros, y es ese monstruo el que se censura con el actual término de demonio. Jamás diré que el hombre lleve un demonio dentro de sí, pues dentro de nosotros solo está el alma capaz de todo. El demon tan solo da forma de mejor o pero manera a lo que esta siente. Y eso nunca fue tan malo si se sabe entender.


Dicen que la belleza puede cubrir muchos pecados, pero por dentro somos todos exactamente iguales.” El asesino Frank.

martes, 31 de enero de 2012

Veinte...

 
El gesto no hace al hombre, ni describe una personalidad concreta, quizá tan solo nos ayude a interpretar un instante generado por una situación. La reacción ante la situación quizá describa un impulso interno cercano al delicado e íntimo comportamiento de una persona. Pero aun así, no se conoce nada que pueda probar que alguien sea tal y cómo es. Pues conocer al hombre por su gesto es como conocer el bosque por las hojas que cae el viento.
Los gestos que pueden dar a conocer al hombre no se ven, ni se leen en palabras o expresiones. Los gestos que definen aquello que se quiere dejar ver son los silencios que acompañan una acción, ese instante de pensamiento que como rayo de luz se filtra por un pequeño agujero e ilumina vagamente un interior hecho de aquello que nos importa.
Por ello el hombre se envuelve de un oscuro manto para poder abrigar el frío que todo lo envuelve y para arropar a los semejantes, descubriendo así su ser a quienes ellos eligen.

“Habla para que yo te conozca.” Sócrates.




lunes, 30 de enero de 2012

viernes, 27 de enero de 2012

Dieciocho...

El alma se forja igual que se forja la más perfecta espada. El fuego calienta el metal volviéndola frágil ante los golpes que recibirá en el yunque, esto servirá para crear una forma definitiva que recibirá las caricias del agua para templarse y así aguantar una batalla tras otra. Así también se forja el alma a base de fuego, golpes y caricias...

Para Teresa, con caipirinha todo suena mejor...

martes, 24 de enero de 2012

Diecisiete... Microrrelato: Despertar.

De la nada su mente regresó al campo de batalla, y su alma cabalgó con furia y deseo tras aquello que jamás perdió.
Quizás la noche y su oscuridad volvieran a él.

jueves, 19 de enero de 2012

Dieciséis... Relato: La carantoña. Parte II (sin corregir)

 
Más abajo el joven observaba la escena de lejos, las voces de su padre llenaban el lugar. En cuanto vio a su padre abalanzarse sobre Enrique no dudó en iniciar la subida en su ayuda.
Perico se levantó y dejó a Enrique arrastrándose y riéndose a carcajada limpia. - ¡Eres un demente!- Grito Perico mientras se alejaba del lugar y andaba hacia su hijo.
-¿Qué ha pasado padre?- pregunto el joven.
-Nada, ¡Vámonos de aquí!- Espetó Perico agarrando a su hijo del brazo.
El joven siguió la orden de su padre y prefirió callar ante el semblante oscuro que éste presentaba. Alcanzaron el lugar donde se habían dejado el mulo y se dirigieron hacia las tierras de siembra. Tras ellos se escuchaba cada vez con más fuerza una carcajada diabólica y siniestra.

Durante el día no paso pasó nada especial. Perico se fue pronto de la vera de su hijo dejándole en la dehesa de las encinas. Al poco rato de la marcha de Perico aparecía por la vereda la bella joven que con su andar característico venía en busca del amado. Esa mañana ,el joven, estaba un tanto ausente a las caricias y juegos de la joven. El desencuentro entre su padre y Enrique le tenía pensativo y distraído.
-¿Qué te pasa hoy amor mio, tu padre ha vuelto a insistir en la boda?
-No cielo. Esta mañana temprano mi padre y yo fuimos a ver a Enrique, el pastor. Tras una fuerte discusión con mi padre comenzó a reírse de una forma poco humana.
-No te preocupes por eso. El pastor es un loco y como ya sabes las voces en la sierra se vuelven distintas por el eco.
Intentando reponerse de la turbación el joven intentó besar los esquivos labios de la chica. Ésta agachaba la cabeza cada vez que él se acercaba esquivando con una sonrisa un tanto pícara los intentos de conseguir el primer beso. El joven un poco frustrado se distrajo tapando los hoyos que las alimañas habían hecho durante la noche en el campo de ajos. Ella burlona y confiada lo observaba con una sonrisa.

Caída la tarde la pareja se encaminaba al pueblo. Ella. Desde lo alto del mulo le hacía caricias a él en la nuca mientras sonreía mirándola a los ojos. Cuando llegaron al lugar donde se despedía la noche los cubría en cómplice oscuridad. Él llevaba toda la tarde pensando en la argucia. Al cogerla de las caderas para que bajara del mulo la abrazo contra su pecho. Ella en ese momento se giró para coger los cántaros como siempre. Fue entonces cuando el joven aprovechó la ocasión y llamó su atención para distraerla y que mirara tras de él. En ese momento un movimiento rápido y en un instante fugaz la besó por primera vez en los labios. Ella sin poder reaccionar se quedó mirándolo con una media sonrisa. Él, triunfante y un tanto fanfarrón la soltó despacio mirando y sonriendo con cierta curiosidad esperando cualquier gesto por parte de ella. Ese momento mágico y único se quedó grabados en ellos y sin hablar mucho más se despidieron con una sonrisa enmarcada en cada rostro.

Encarando la calle que daba a su corralón, el joven escuchó unos pasos rápidos y asustado que iban en su dirección. Dos niños de no más de nueve años corrían con los ojos húmedos y gestos de puro miedo miedo en sus ojos. El joven se agachó para retenerlos y calmarlos. Eran los hijos del panadero y del herrador. Casi sin respiración se agarraron a la camisa del joven y rompieron a llorar amargamente.
-¿Qué os pasa, por qué lloráis?- Pregunto el joven masajeando los hombros de los muchachos para relajarlos.
-Una bestia se ha llevado a Pablo, el hijo del guarnicionero. -Dijo uno de los chicos entre sollozos.
-¿Una bestia?- preguntó el joven con una mueca de extrañeza en el rostro. ¿Os referís a un lobo o a un perro grande?
-No, nada de eso- Dijo el otro muchacho un poco más clamado.- Su cabeza era grande y deforme, tenía dos colmillos en la boca como los de un guarro, el pelo grisáceo le cubría todo el cuerpo y andaba igual que una persona.
-No os preocupéis- Dijo el joven incorporándose.- Venid a mi casa y mi madre os acompañará a la vuestra, así podréis ir a ver a Pablo que seguro que está ya en casa.
Él sabía perfectamente a quien estaban describiendo lo asustados chicos. Si es verdad que se ha llevado al hijo del guarnicionero habrá que actuar pronto o el chico no vivirá mucho.

En cuanto llegó a casa dejó a los niños con su madre y le contó lo sucedido a su padre. Perico rápidamente cogió dos pistolas de mecha que tenía de sus tiempos en los tercios, de los cuales no le gustaba hablar con nadie. Padre e hijo cargaron las armas y acordaron que el joven acompañaría a la madre a dejar a los niños e ir avisando a los demás hombres del pueblo. Mientras tanto Perico iría buscando por las afuera del pueblo algún rastro de Enrique y el niño.

Al poco tiempo una muchedumbre con antorchas, palos y algún arma de fuego recorría las calles del pueblo gritando el nombre del niño. Algunos hombres a caballo seguían los caminos colindantes buscando alguna posible salida o rastro de Enrique. Tras llevar unas horas sin resultados Perico decidió guiar a la gente hacia el chozo del pastor. La rabia de la gente hizo el trayecto más corto de lo normal. Al llegar allí Perico y otros hombre tiraron la puerta del chozo y entrando apuntando y con los garrotes en alto. Pero la estancia vacía fue lo único que les recibió. La frustración del joven que miraba como su padre salía del chozo sin nada lo impulsó a subir el camino un poco más hacia las parideras.

Mientras tanto en casa de Sancha y su hija una única vela iluminaba el comedor. De vez en cuando Sancha se asomaba por la ventana del dormitorio para ver todo el revuelo de fuera.
-Hace ya un rato que no se escucha nada. Habrán terminado ya con la búsqueda del niño.- Dijo Sancha mientras atrancaba la ventana.
-Madre vayámonos a la cama ya, es tarde y mañana tengo que ir a por agua temprano.- Dijo la joven levantándose y encendiendo un candil para iluminar el cuarto de su madre.
-Querrás ir temprano para ver al hijo de Perico. Esta noche nadie ni nada podía quitarte la sonrisa de la cara.- Dijo Sonriendo Sancha.
Ella tímida y sonrojada miró a su madre y le regaló una sonrisa mientras se dirigía hacia su habitación con la vela.
Pasado un tiempo la joven se sentía incomoda y un fuerte olor desagradable la hizo abrir los ojos. El espanto hizo mueca de su cara. Una horrible bestia peluda estaba encima de ella y la agarraba por el cuello. Intentó moverme pero sus extremidades estaban fuertemente atadas a la cama. Intentó gritar pero la presión de las manos impidió salir cualquier sonido de su boca. Con un fuerte movimiento de la cabeza hacia atrás se descolgó la máscara dejando ver la locura en los ojos de Enrique. Él se hecho hacia delante soltando un poco la presión del cuello de la joven.
-En la otra habitación tu madre está también atada. Si no quieres que la mate no grites ni des muchos problemas.-Dijo Enrique mientras poco a poco iba soltando la presión del cuello de la joven.- Ella aterrada y pensando en su madre cerró la boca mientras las lágrimas descabalgaban de sus ojos empapando su bello rostro y la almohada. Enrique con sonrisa triunfante se quitó el zamarrón de pieles quedando totalmente desnudo. Con rabia y lujuria comenzó a arrancar el camisón de la joven dejando a la vista los pechos y todo el preciso cuerpo de la joven. Mientras agarraba las cuerdas con furia y apretaba los dientes hasta sangrar, echó la cabeza hacia un lado y miró ,con sus ojos regados por más de mil lágrimas, como el fuego consumía la vela de cera al mismo tiempo que Enrique consumía sus ansias, lujuria y rabia en su cuerpo. Vela y joven llenaron de lágrimas la noche hasta que se consumieron.

Una vez quemados el chozo y la paridera de las cabras, los hombres bajaron con la frustración en sus miradas recibiendo con violencia los primeros rayos de sol. Cuando se disponían a disolverse para buscar en las afueras con la luz del día un grito de mujer heló a los hombres. Rápidamente y en masa el gentío se dirigió al lugar de donde provenía el grito. Cuando entraron a la estrecha calle una mujer indicó la dirección que tomó Enrique en dirección a la iglesia. Según la espantada señora una bestia peluda y con colmillos de cerdo salió de la casa de Sancha y echó a correr en cuanto lo vio. Perico se detuvo en el acto, sus ojos se abrieron al máximo con la expresión de terror. Sin darse cuenta caía de rodillas al suelo tapándose la cara. El joven en el corazón en la boca corrió hacia la casa. Los hombres que allí quedaron escucharon y grito ronco de rabia dentro de la casa. Entraron rápidamente y vieron la dramática escena. En la Primera habitación se encontraba Sancha maniatada y desfigurada a golpes. En el comedor desnudo, con moratones, atado de pies y mano con una mordaza en la boca estaba el hijo del guarnicionero tiritando de frío y espanto. En la siguiente habitación el joven abrazaba cubría con una manta a su amada. Su corazón latía pero en su mirada no había nada. Unos ojos perdidos miraban a la lejanía sin reaccionar. El joven lloraba amargamente mientras la abrazaba contra su pecho y acariciaba su rostro.

El padre Sebastián abrió la puerta lateral de la iglesia como cada mañana. Había acompañado la búsqueda del niño por el pueblo, pero volvió pronto para redactar cuanto antes una carta al secretario del Santo Oficio.
Mientras atrancaba los goznes de la puerta escuchó a alguien correr y respirar fuerte a su espalda. Al darse la vuelta vio una figura demoníaca que se dirigía hacia la puerta de la iglesia. Sin pensarlo mucho se puso delante de la puerta y extendió los brazos en cruz gritando: - ¡Vade reto Satana!.
Enrique cogió impulso un par metro antes de llegar al cura y le clavó dos pequeñas y finas varas afiladas en el pecho. El padre Sebastián compungido por el dolor acertó a agarrale el zamarrón de pieles. Durante el forcejeo con el mortecino cura Enrique vio como la muchedumbre rodeaba la plaza cercándole el terreno para la huída. Como último recurso pegó su espalda a la pared de la iglesia y comenzó ha hacer aspavientos intentando asustar a los lugareños. Poco a poco las gentes comenzaron a reducir el cerco acercándose a él.
El odio y la rabia rebosaba en los corazones y las caras de todos. Enrique con su disfraz puesto se puso de rodilla juntando las manos. De repente desde la parte de atrás de la multitud alguien se abría paso a grandes empujones llevado por la cólera. De entre el cerco de personas se adelantó el hijo de Perico, gritando de odio y dolor agarró por el cuello al pastor y lo incorporó, acto seguido apretó la pistola contra la entrepierna de Enrique y disparó. La pólvora quemó parte de la mano del joven, pero el odio no le hacía sentir nada. Enrique chilló con total desesperación cayendo la máscara de pieles al suelo y dejando ver su rostro llorando de dolor. El joven le propinó un fuerte golpe en la cabeza para que callara. Esa fue la señal para que todos los allí reunido se lanzaran contra el pastor desatando su furia y odio.
El joven como figura hierática y respirando con fuerza quedó allí contemplando como desmembraban aquel cuerpo. Su mirada quedó perdida en el horror.

Con el tiempo el nombre de Enrique se olvidó y comenzaron a contar historias sobre “la carantoña”. Siglos después se nombraba a “la carantoña” par asustar a lo niños y forasteros del lugar, más tarde un avispado cura utilizó la historia para crear un santo que fuera el patrón del pueblo. El nombre del santo sería San Sebastián y hoy en día se celebran fiestas y misas en su honor mientras los lugareños se visten de carantoñas con pieles de cabra, zorro y otros animales.

martes, 17 de enero de 2012

Quince... Relato: La carantoña. Parte I


Le cuenta el olvido susurrando al viento de invierno una historia de máscaras, ocultamiento, perversión, dolor y fuego. Una historia que ocurrió en un pequeño pueblo en el que hoy todos olvidaron y enmascararon con las leyendas de santos que no existieron y que estos lugares jamás habitaron.

Eran los primeros días del año. El suave sol de enero acariciaba las encinas y las pinceladas verdes del campo salpicaban un bello paraje. En una de esas encinas, una joven pareja se regalaba sonrisas y caricias. El joven intentaba sacar un beso de aquellos hermosos labios cuando de repente los rápidos cascos de un caballo al galope rompía con brusquedad aquel instante. Pues que se les viese allí juntos y solos podría traer algún que otro comentario malintencionado en el pueblo. El joven con tranco ligero y mirando al horizonte se acercaba al mulo disimulando para observar de dónde venía aquel presuroso galope. Mientras la chica se recogía el pelo y tapaba los cántaros de agua, una figura castaña en montura y ropajes pasaba cerca de la encina en dirección al pueblo.

Con un trote más pausado el forastero se dirigió a la pequeña iglesia y en su puerta descabalgó. Sin mirar a nadie el hombre de capa marrón entró en la iglesia con un pequeño sobre en la mano. Los curiosos que vieron la imagen empezaban a reunirse en la plaza de la Alameda, donde se encontraba el acceso lateral de la iglesia por la que había entrado el extraño forastero. Cuando ya había más de una decena de personas allí congregadas salió el jinete que sonrió al ver las caras de curiosidad que clavaban sus miradas en él. - Que os cuente el cura que yo tengo prisa.- dijo el jinete mientras montaba su caballo y salía al trote hacia su nuevo destino.
Los lugareños impacientes llamaron a la puerta, pero antes de poder dar un segundo toque el cura salió sonriente con su hábito oscuro y la misteriosa carta en la mano. - Buenas gentes, tengo el placer de daros una grata y magnífica noticia. Nuestro piadoso rey, el gran Felipe II, príncipe de la cristiandad es ahora también rey de de Portugal.- La alegría se hizo con el ambiente rápidamente, los cantos y los vivas a la corona se extendieron rápidamente por el pueblo.

-¡Perico!- Llamó el cura a uno de los allí congregados. -Me gustaría hablar de algo contigo en privado. Un hombre recio y moreno por el trabajo en el campo que rondaba los cincuenta años entró en la iglesia tras los pasos del cura.

-¿Cuando pensáis casar a vuestro hijo con la hija de la Sancha?. Los han vuelto a ver en la dehesa de las encinas juntos y sin vigilancia.- Dijo el cura mientras guardaba la carta en un pequeño escritorio de madera.
-Padre Sebastian, no tenemos dinero para casarlos aún. Recuerde que la Sancha lleva muchos años viuda y que estos años las cosechas han sido escasa como para ahorrar algo.- Dijo Perico mientras bajaba la cabeza y retorcía un paño entre sus manos.- Además ellos se quieren desde hace ya tiempo y es normal que los vean juntos.
-Eso no quita que estén en pecado- Espetó el cura apuntando con un dedo hacia el hombre.- El sacramento del matrimonio debe ser respetado.- El padre Sebastian bajó la mano y relajó el gesto.- Pero no es este el único tema por el que te he hecho llamar.- Haciendo una mueca de fastidio.- Han visto a tu primo Enrique, el pastor, intentando llevarse a los niños de Pedro el de los quesos. También dicen otros haberlo visto vestido con pieles de animales y gritando en la noche.- Soltando una larga espiración y poniendo una mano sobre el hombro de Perico, el padre Sebastian dijo: - Tarde o temprano tendré que avisar al Santo Oficio de esto. Más vale que lo alejes de aquí.
Perico cerró los ojos asintiendo y con la cabeza gacha salió de la iglesia camino de su casa.

En el camino de entrada al pueblo ,por la dehesa de las encinas, un mulo llevaba en lo alto a una bella joven y dos alforjas vacías, presumiblemente antes llenas de dientes de ajo, ahora enterrados con mimo y cuidado. La cuerda que iba atada al cabezón del mulo la sostenía un joven risueño y alegre.
-Vete bajando y tira para tu casa, sabes que no podemos entrar así en el pueblo.- Sonriendo y abrazando por las caderas a la joven él le susurró: - Ya hablan muchos sin saber ni ver nada, imaginate si vieran solo un poco.- La joven se echó sobre sobre él mientras sonreía cómplice de las palabras que acababa de escuchar.
Con un tímido beso en la mejilla ella se despidió y echó andar con un movimiento de caderas típico de las mozas del lugar, altanero y un tanto sensual.

En casa de Perico no estaban las cosas muy alegres. Su mujer, Mercedes, ya sabía lo que pasaba. Esa cara sombría y nerviosa solo se debía a las andanzas de Enrique que tanto traían de cabeza a su marido.
-¿Qué ha hecho ahora el cabrón de tu primo?- Dijo Mercedes mientras ponía tres cuencos en la mesa.
-Ha intentado coger a los hijos de Pedro el de los quesos. Y sigue vistiendo con las pieles de las cabras por la noche. El padre Sebastian informará al Santo Oficio en breve.
-¡Pues me alegro! - Soltó Mercedes dejando caer con cuidado una cazuela de barro caliente.- ¡Ojalá y se lo lleven de una maldita vez y así deje en paz a esta familia!.
-Iré a hablar con él para que se vaya antes. Dijo Perico mientras se escuchaba como se abría la puerta del corralón y se sentían los cascos del mulo entrando en la cuadra.
-¡Joder, Perico! Siempre lo mismo.- Decía Mercedes mientras servía la sopa en los cuencos- Nunca te hace caso y la última vez casi le quiebra el brazo al niño. ¡Esta vez no te lo llevas!.
-¡El niño vendrá donde su padre diga y haré lo que tenga que hacer para que mi primo se vaya!- Metiendo la cuchara de acebuche en la sopa- No voy ha discutir más contigo mujer. Ahora vamos a comer.
Cuando el joven entró en la estancia que hacía la veces de comedor, salita y demás. Notó el ambiente cargado, y habiendo escuchado la última parte de la conversación no quiso decir nada y se puso a comer.

A la mañana siguiente padre e hijo salieron con el mulo hacia la sierra. Ya fuese por el frío, la discusión de ayer o la tensión de encontrarse con Enrique hizo que el silencio fuese el compañero de trayecto de los hombres.

Al llegar a la choza Perico se adelanto para llamar a su primo. Nadie ni nada contestaba en aquel lugar. - Quizá esté ya en las parideras.- dijo el joven. Asintiendo Perico siguió una vereda hasta llegar a la construcción de piedra donde estaban las cabras un tanto revueltas. Se escuchaba a una de ellas chillar con desesperación. Perico fue acercándose hacia la cabra desesperada. En cuanto abrió la puerta vio a una cabra fuertemente maneada y algo grande y peludo sodomizando al pobre animal. Rápidamente Enrique se apartó y recogió su miembro erecto entre el zamarrón de pieles que llevaba.
-¿Pero que haces animal?- Dijo Perico mientras agarraba a su primo y lo echaba fuera de la paridera. La cabra rendida se desplomó en el suelo de barro mientras por la puerta se entraba un cabritillo a su encuentro.
-¡Estas loco Enrique!. Tienes que irte de aquí, lejos, muy lejos. - Decía Perico mientras zarandeaba a su primo que ni se inmutaba.- Dicen que has intentado coger a los niños de Pedro y el cura traerá a la Inquisición para que te juzguen. ¡Debes irte Enrique! Llévate tu locura y mis desvelos lejos.
Perico lo dejó caer al suelo.
-¡Yo soy el macho aquí y tengo cubrir a mis hembras!. Maté al carnero en una pelea y ahora soy yo quien cuida de ellas. No puedo irme de aquí. Dijo ofendido Enrique.
-Me da igual lo que digas quieras o no, te irás. - Decía Perico mientras levantaba la mano.- No mancharas mi nombre ni el de mi hijo en un juicio de la Inquisición.
-¿Tu hijo?. -Riéndose se levantó Enrique.- Tu hijo va con una buena hembra por las dehesas según he visto. Quizás si me la traes pueda irme sin problemas. Seguro que aun es virgen ¿Verdad?
Perico se lanzó sobre su primo dándole un buen puñetazo.- Como te acerque a ellos la Inquisición va a ser el menor de tus problemas. ¿Me entiendes?.

martes, 10 de enero de 2012

Catorce... Minirelato Despertar en la madrugada.

-¿Qué me perturba en la noche?, siento algo... ¿Quién eres?

-No me conoces, pero me sientes. Me sientes tan adentro, tan adentro que incluso puedo parecerte familiar. Otras veces he intentado entrar pero tu calma no me dejó llegar. Hoy,si he llegado y he entrado...

-¿Realmente crees que no se quien eres?. Quizás el sueño me halla distraído pero sé quien eres, te esperaba... Sí, sabía que hoy llegarías a mi. Parte de mi te espera con júbilo y alegría, y la otra con pena y desasosiego. Sé que ahora no te puedo arrancar de aquí, que no puedo limpiar mi corazón de ti. Pero quiero que sepas que en mi encontraras un duro rival, pues pienso transformar cada golpe en beso, cada tensión de mis músculos será una caricia, cada apretón de dientes será un abrazo, todo grito quedará ahogado en un te quiero y todo el dolor que pueda causar tu rabia será reprimido con una sonrisa.
¿Aun crees que no sé quien eres?. ¿Sigues pensando en que no te esperaba?. A partir de ahora los dos lucharemos y veremos quien consigue ganar.

- Aun no as pronunciado mi nombre, ¿quizás te doy miedo?

-¿Miedo?, tu nombre es Odio. Y no, no tengo ningún miedo, quizás los dos hagamos grandes cosas juntos...