jueves, 23 de noviembre de 2017

Pájaros...

Desde que era pequeño y hasta donde mis recuerdos me dejan llegar siempre he tenido pájaros en mi casa, siempre había un canario o alguna otra especie de ave, incluso recuerdo fotos de mi padre con pájaros y barba, que ya es decir, de poco antes de que yo naciera.
Y ahora que lo pienso es muy curioso el poder que tiene nacer dentro de una jaula, no por el hecho de lo que nos puede simbolizar la jaula a las personas, si no la reacción que causa a los pájaros que están dentro y por un momento pueden salir de ella.
Cuando a mi padre o a mi se nos escapa alguno de estos animales actuábamos de una forma distinta si el pájaro había nacido en cautividad o en algún momento fue salvaje. Si eran del primer grupo y el animal se iba lo seguíamos o buscábamos cerca ya fuese en árboles cercanos, balcones o algún lugar donde pudiera posarse no muy lejos. Algunas veces lográbamos cogerlo o procedamos al plan b, poner la misma jaula abierta con comida, y si había otra más con algún compañero por si este volvía. Por el contrario si el pájaro alguna vez fue salvaje directamente asumíamos la pérdida del mismo y no se hacía nada. Todo esto tenía un porqué que mi padre me explicaba. Si el pájaro no había volado nunca en libertad se cansaría y se posaría en algún lugar cercano o incluso volvería a lo único que había conocido y le era familiar, de lo contrario el animal volaría tan lejos como pudiera y no miraría atrás pues sabía lo que era la libertad fuera de esos barrotes y apreciaba mucho más volar lejos que volver o pararse cerca de aquella situación en la que se encontraba y por supuesto era más consciente de que su lugar en este mundo estaba en el aire volando tanto como pudiera aunque la falta de práctica le hubiera mermado sus capacidades.

Quizá a las personas nos pasen cosas parecidas, sobre todo a las que no han estado acostumbrado a salir de un montón de dificultades o problemas y que no son capaces de sentirse fuera de esas jaula, ahora sí simbólicamente hablando, que retiene todo aquello que podemos hacer y lograr cada día, como si nos hubiéramos acostumbrado ya a vivir así y no ver que salimos de esos barrotes y que podemos volar mucho más allá aunque estemos cansados. A veces tendemos a volver a ellos, ya sean más grandes o de otro modo como si nos cansara esa libertad y nos costará adaptarnos a ser todo lo que queramos sin chocar contra nada. Al principio todo cuesta, volar libre cuesta, reenseñar a nuestra mente y a nuestro cuerpo que no tiene limitaciones que puede continúar y mejorar su vuelo es complicado e incluso doloroso cuesta, pero el día que por un momento sepamos y apreciemos esa sensación y capacidad que tenemos, ése día... No habrá barrotes que nos puedan retener mucho tiempo, no habrá jaulas a las que queramos volver y repetir esa sensación de ahogo o imposibilidad, sabremos lo que es volar a nuestro gusto, acercarnos a las bandadas e incluso desafiar al sol cada mañana, por que estamos hechos y preparados para ello, para volar más allá... Siempre más allá...

martes, 13 de junio de 2017

La semana en la que se congeló el mundo.

Y así, de repente, como si hubieras perdido el hilo de todo en un pestañeo tu mundo se congela y deja de moverse... Mientras tanto, aturdido como si acabarán de sacarte de un "ruck" sin saber dónde está el balón, mantienes la mirada tensa del interlocutor de bata blanca que tras sus gafas te habla de aquello que has escuchado en las historias de otros y de la que jamás pensaste ni quisiste ser protagonista. Mientras intentas buscar la sensación que te hace darte cuenta que estás en un sueño, tu pecho te recuerda que llevas demasiado tiempo sin respirar. Supongo que cada persona actúa y se siente de mil maneras diferentes, la mía es la de crear una gran pelota de acero y pinchos y empujarla hasta el fondo del estómago, justo allí donde no te moleste a la hora de pintar una sonrisa y decir que todo va bien... Desde ese instante un parásito se apodera de tu mente convirtiendo el futuro en hojas secas que se lleva el viento, el presente en pesado plomo que se va agarrando a todo cuanto te rodea y el pasado... empieza a volverse amargo por un tiempo, después sencillamente desaparece para siempre.
 Según pasan los días empieza a ocurrir algo realmente curioso y extraordinario, sin saber porqué ese parásito ha sacado a la luz una fuerza extraña en tí. Es extraña por que a pesar de ser un sentimiento y reacción de lucha diaria ante todo, no le acompaña ni un poco de alegría ni sentimientos de amor o de bienestar por seguir adelante, es tan solo eso, fuerza para luchar cada día, para que ése plomo no te paralice ni te ate a un sillón o una cama, directamente mata a la autocompasión y a la pena de una forma que nunca antes nada había conseguido.
De una forma asombrosa cada cosa que haces se vuelve más consciente, sobre todo cuando sabes que posiblemente será la última vez que la hagas en mucho tiempo y solo te centras en hacerla lo mejor posible. Llegas a tener sensaciones que ya no recordabas como el olor del sol, el sabor del atardecer, el peso del balón en la mano, el sonido de las botas en el césped al correr, el color de las palabras en tu mente... Hay veces que incluso encuentras sentido a cosas en las que no te dabas cuenta como la forma de los árboles en punta señalando al cielo como si fueran cohetes a punto de despegar buscando al sol... Sí, sé que parece absurdo todo, pero en su momento tiene todo el sentido del mundo.
Afortunadamente hoy todo esto para mi sólo ha sido la visita de un fantasma que se ha alejado no sin despertar demonios, cosas y rastros sombríos como los que deja el fuego en un bosque tras ser apagado. También he aprendido que a aquellos a los que visita de verdad y los abraza entre sus patas y pinzas de cangrejo en cierto modo los hace mucho más fuertes y saca de ellos un instinto que nuestra cómoda vida nos ha hecho olvidar, el instinto de lucha hasta el final, duro y hacia adelante con las ganas de que llegue el día siguiente y avanzar con la firmeza y ser fuertes ante él y ante todo... En definitiva los convierte en verdaderos guerreros por la vida.

lunes, 22 de mayo de 2017

Lo importante de ser nada...

Hace tiempo mientras estaba en la cámara hipobárica con mis compañeros pregunté que por qué debíamos esperar tanto ahí dentro para pasar la prueba, ya que pulsando un botón podíamos terminar en unos diez minutos. La respuesta fue clara y directa: - porque podrías morir. En ese instante cerré la boca y dejé a mi ignorancia lamiéndose las heridas en el fondo de mi estómago. Mientras tanto se me vino a la cabeza una historia que me contaron hace muchos años en las clases de judo... " Mientras entrenaban en un campo de cerezos uno de los alumnos miró a uno de eso cerezos que aún no había sacado sus hojas ni flores y comentó que se veía feo, sin fuerzas y que de ese modo eran nada. En ése instante el maestro se acercó a él y sonriendo le dijo que ahora es el momento en el que los cerezos utilizan su máxima fuerza y lo son todo. Ya que es en ese espacio de tiempo es en el que crecen por dentro y se preparan para la nueva época, es en ese tiempo en el que decide si la próxima floración será mejor y más provechosa"
En la naturaleza y la vida siempre hay cambios, pero no nos paramos a pensar en ese proceso entre lo anterior y el cambio a lo nuevo. En las estaciones lo podemos apreciar, ya que entre el invierno y el verano hay procesos de cambio y de adaptación que son los más críticos, dónde las lluvias importan mucho más y donde la vida se prepara para esos grandes cambios. Los seres humanos también tenemos esos procesos a nivel físico y deberíamos tenerlos también a nivel mental... Ya que es necesario tener el espacio entre los cambios, entre lo que ya no fuimos y lo que seremos. Hasta que no caigan esas hojas secas de nuestro yo anterior no podrán nacer las nuevas. Y ese proceso ese tiempo de adaptación es crucial para nosotros. Tal y como la naturaleza nos enseña es necesario tener un espacio para adaptarte a lo que ya no eres y prepararte para lo que serás. Si intentamos cambiar las cosas de un momento para otro, de un día o una semana a la siguiente  nos estamos negando el tiempo para coger fuerzas y crecer por dentro, a disfrutar de estar solos mientras caen las hojas y las vamos quitando para lo que llega, nos negamos a lo más necesario... A ser nada.

domingo, 23 de abril de 2017

sábado, 22 de abril de 2017

La paradoja del árbol en el bosque...

Seguramente alguna vez hayáis oído hablar de la paradoja del árbol que cae en el bosque. "Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?" es un kōan del budismo zen y un experimento mental filosófico que genera interrogantes respecto a la observación y el conocimiento de la realidad.
Es decir, que sí algo no es observado o sentido, podemos decir que ha ocurrido o no?.  Yo creo que sí, el hecho ocurre aunque no sea percibido en el momento, ya que no percibimos el sonido del árbol al caer si no estamos pero sí sabemos que ha caído al verlo y al mismo tiempo imaginar que hizo algún ruido. Muchas veces hacemos y decimos cosas sin ser consciente de lo que hacemos, y no me refiero a ser zombies o autómatas, me refiero a las cosas importantes que hacemos sin darle esa importancia o atención en su momento. Es decir, no oímos el árbol caer, pero cuando nos damos cuenta a través del daño causado a nosotros y a los demás podemos ser conscientes de lo que pudo suponer en su momento aquella acción, cuando vemos el árbol en el sueño y sabemos que sonó...
Ahora esa paradoja se complica, ya que evidentemente del hecho con el podemos causar el dolor ya está ahí cuando nos damos cuenta y seguramente si se hubiera sabido en su momento la mayoría de las personas que alguna vez nos pasa algo así, no lo hubiéramos hecho, estoy convencido de que las personas que reflexionamos sobre estas cosas en el momento de darnos cuenta pensamos en llamar a Mcfly y pedirle prestado el DeLorean para zarandearnos y nosotros mismos y decir: " Eh yo, no hagas el gilipollas, presta atención a esto que te va la vida en ello, capullo" y esperar que ese toque de atención sea suficiente para no hacer aquello que en su momento no eras consciente. Por que claro, ahora sí que sabes de sobra que jamás hubieras hecho aquello si de verdad entendieras lo que hacías.
Creo que gran parte de la culpa de esas cosas no la tiene el hecho en sí, si no el no haberse dado cuento y no haber puesto la atención debida en lo que hacíamos... Ya que cuando hacemos las cosas a drede y con la intención de hacer daño sí somos conscientes de lo que estamos haciendo y damos por hecho el daño que causamos o que vamos a causar. Sin embargo del otro modo jamás supimos que íbamos a provocar ese daño y mucho menos se quería llegar a él. Es algo así como una bofetada, se puede dar con toda la intención de hacer saltar como pipas de sandía los dientes del otro o se puede dar al girarte rápidamente y no saber que tenías al otro justamente en la trayectoria de tu mano. Evidentemente el resultado es muy parecido, pipas de sandía... Pero la intención nunca será la misma. El problema es que el golpe intencionado va al enemigo y el otro desgraciadamente suele recaer en quiénes queremos y ése es el que más nos duele, en ése es el que queremos el DeLorean en la puerta y con el condensador de fluzo al máximo, justo para ir corriendo al bosque y poder escuchar como el árbol se va rompiendo y reaccionar a tiempo antes de que nos caiga y nos lleve al suelo con él...

jueves, 20 de abril de 2017

Palabras perfectas...

Cuando hay canciones que ponen palabras a lo que llevamos por dentro...

"No sé cómo decirte que lo siento, 
que tengo las pupilas llenas de remordimiento. 
Que lo intento pero no me centro,soy un fracaso, 
y de momento van ganando los peros a los abrazos. 

Que estoy harto de besos amargos,de "te lo dije", 
del pasado, de no ser capaz de abrirme, 
de fortificarme hasta deconstruirme,..."

D.VI

martes, 18 de abril de 2017

"Falla. Falla de nuevo. Falla mejor"

Nadie tiene un manual de instrucciones o de emergencias para la vida. Ninguno de nosotros somos capaces de acertar en la mayoría de decisiones que tomamos, en algún momento fallaremos o no lo haremos como otros esperan de nosotros, es más, pocas veces haremos lo que otros piensan que haremos o tenemos que hacer. Es algo parecido al gol fallado que vemos por la tele, "tenía que haber hecho tal o darle de esa forma o correr para el otro lado..." La verdad es que en esa situación no sabemos cómo lo hubiéramos hecho nosotros  en las mismas condiciones. Ya que sin la presión, sin la situación y sin los condicionantes que ése jugador  tiene es fácil decir lo que debería  a hacer o no. Pero tal y como hace ése jugador hay que seguir intentándolo, hay que seguir golpeando la pelota y sobre todo seguir fallando, fallando mejor... pocas veces se pondrán en la situación sin críticas, prejuicios y demás... Pero nosotros sí que debemos hacerlo, en serio, ya que hasta que no nos pongamos en su lugar, en su dolor sobre tu error o fallo no vamos a aprender a fallar mejor.  Y estoy seguro que el hincha que critica la mala jugada del jugador no se pone a analizar todo el partido o la semana de ése jugador, pero tampoco el jugador se pondrá o pensará en el hincha que está ahí viéndolo​ y quizá despejando toda su frustración y fastidio diario en ése instante mientras hablaba de él... Ya que uno está ahí por el otro, como nosotros con las personas que queremos, viéndolas acertar, fallar, caer... viéndolas  crecer. Ya que es en eso en lo que se puede resumir gran parte de nuestro caminar, en tener esa oportunidad de ver crecer a quienes  queremos e incluso fallar con ellos o a su lado y comprender de los daños para aprender y fallar mejor. Nunca debemos quedarnos quietos después de caer o fallar, hay que reaccionar, aunque no sea de la forma que otros esperan... Pero al menos de una forma un poco mejor, ya que mejoramos de poquito a poquito (suave, suavecito...).
En definitiva, los dos sufren a su modo, pero al fin y al cabo siguen viéndose cada fin de semana, fallando como hincha y jugador, fallando de nuevo, fallando mejor...

viernes, 14 de abril de 2017

La mochila del viajero...

Creo que siempre que estamos inmersos en un cambio y en una reflexión profunda llega a nosotros la metáfora de la mochila, esa mochila que cargamos mientras viajamos y que su peso es capaz de retener o dificultar cada paso... Muchas veces hemos escuchado que esa mochila hay que dejarla atrás y soltarla cuanto antes. Yo creo que eso no es así, en esa mochila hay muchas cosas que hay sacar, mirar y aprender antes de dejar o que se desvanezca entre nuestras manos. Cada uno de esos pesos en la mochila los hemos entrado nosotros ya sea de forma directa o indirecta, y están ahí cómo mínimo para recordarnos todo lo que nos pesa ahora. Y antes de quitarlo hay que convencerse de que no lo volveremos a entrar. Ése es su peso, la incomodidad que produce aquello que sabemos que no está bien y que no nos define, ya que si nos definiera no pesaría, ni sería tan incómodo. Hay que descargarse de esos pesos de la mochila para que nuestro caminar sea más seguro y de acuerdo con la forma de ser y la vida que no nos incomoda, pero no hay que olvidar aquello que nos ha enseñado, que somos falibles, que tenemos que ser consciente de lo que hacemos y de los que tenemos a nuestro lado, que nadie es mejor que nadie en este mundo, que podemos subirnos a los hombros de personas de aspecto pequeño pero inmensamente grandes, para aprender de ellas y no tener que combatir sinrazones como si fueran un enemigo, que hay que vivir cada día haciendo las cosas y no diciendo que la haremos, ya que la pereza y aparcar las cosas sólo nos vale para meter peso incómodo en nuestra mochila. Lo pasado queda atrás, pero nos enseña al que quiera mirar... Creo que teniendo estás en cuenta sentiremos que ya no hay mochila o que al menos pesa mucho menos...

Haciendo camino...

martes, 11 de abril de 2017

Ser conscientes del cambio...

No sé si alguna vez alguien ha sentido algo parecido al sentimiento y sensación que voy a intentar relatar a continuación. El sentimiento de no pertenecer a un sitio o lugar donde una vez pertenecíamos,  algo así como el desarraigo... Las paredes y las cosas pueden estar en el mismo sitio y lugar pero ya no las sientes como tuyas o tan cercanas a ti... Todo se va volviendo ajeno, distinto y alejado al que observa con cierta melancolía. Quizá entre en ese juego de sensaciones que tienes al ser más consciente de que tu vida y caminar no está ahí ya, es la respuesta a varias de las preguntas que llevas en el camino... Ya que es en ese momento en el que te das cuenta que has estado mucho tiempo estando ausente de tu propia vida, de que has pasado por alto situaciones y momentos sin darle la importancia que necesitaban, ya que ése sí era tu lugar y tu vida,  en la que has estado pasando por alto y sin darte cuenta de muchas cosas que estabas haciendo mal o sencillamente sin la atención que merece. El cambio pudo ser brusco o paulatino, pero has estado sobrevolando tu propia vida y vivencias como si tu arraigo no estuviera ahí, como observador de lo que pasaba sin ver ni darte cuenta de que estabas siendo público en tu propia obra...

La vida nos cambia de lugar y situaciones. Al parecer nosotros tardamos más en ver ese cambio y adaptarnos a él, a mirar lo nuevo y cuidarlo como nuestro viendo el valor que tiene para nosotros y darnos cuenta de todo lo que en ella pasa... Arraigarse no es malo si se es consciente de que algo nuevo está en una vida y lugar nuevos. Conservar, cuidar y dar todo el cariño a aquello que construimos en nuestro nuevo sito, en nuestra nueva vida...


Seguimos haciendo camino, aunque nos observan desde la oscuridad...

domingo, 9 de abril de 2017

Cuando nos observan desde la oscuridad...

Muchas veces cuando pensamos en nuestra vida, en como la estamos viviendo y cuáles son las cosas que nos motivan y atan a nuestro caminos nos encontramos sorpresas, tanto agradables como desagradables. En ocasiones no nos damos cuenta de que nuestro caminar lleva una carga o un peso que no elegimos ni queremos, pero que se ha quedado ahí sin que notemos esa presencia. Cuando nos damos cuenta nos llegan mil preguntas a la cabeza... Por qué y cómo sigue ahí... A veces, es más sencillo de lo que se cree... En esta sociedad tenemos nuestra vida expuesta y disgregada en un montón de lugares físicos y virtuales donde sin ser consciente la gente puede engancharse a ti, de una manera que ni siquiera pensamos y a veces ni controlamos. Quizá sea un poco estresante pero hay pesos y cargas que no debemos arrastrar en nuestro camino y nadie debería controlar o observar esa parte de ti más o menos personal, sea quien sea. Son pequeñas ventanas que hay que cerrar y proteger para caminar con menos peso, pues hasta que no te liberas de él no sabes cuánto pesaba y no eres consciente del daño que pueden hacer... Es estresante pero necesario, mucho.
Continuamos caminando...

viernes, 7 de abril de 2017

Viaje...

Cuántas veces hemos escuchado o dicho la frase "se madura con los daños, no con los años". Y es que, al parecer, el ser humano es capaz​ de comprender mucho mejor ciertas situaciones vitales mediante el error o el dolor que nos causa, siempre y cuando después de esa situación nos pongamos a pensar y hacer las cosas para cambiar o mejorar esa situación que nos ha dañado. En definitiva se aprende, y muchas veces no al instante. A veces hay un proceso de maduración personal, que por experiencia propia diré que no tiene nada que ver con la edad... He visto personas con 18, 20, 21, 23... Con una madurez ante ciertas situaciones que superan en mucho a las mías o a las de gente con mucha más edad. Esa madurez se la dió en cierto modo el daño, a veces tanto que se me escapa entre pensamientos como hoy en día, esas personas, pueden estar enteras y con la capacidad de sonreír intacta... En comparación con ellas, la gente como yo, sólo podemos aprender y disfrutar de esas sonrisas... Esas experiencias nos deberían valer siempleme para reflexionar y madurar en nuestro camino de una forma menos indolora. Eso sería lo ideal, pero tal y como dije al principio, al parecer, el ser humano madura antes con los daños propios que los ajenos, y parece que es sólo en ese momento en el que nos damos cuenta de la falta de madurez que podemos tener ante ciertas cosas y que personas más jóvenes las ven y actúan de la forma más razonable, de esa forma que nosotros no vemos y apreciamos en un primer momento. Aún recuerdo las veces en las que se me queda la cara de tonto mirando al infinito sin saber qué y cómo hacer, y que otra persona con esa madurez que da la parte más oscura de la vida te diga cosas que ni siquiera habías valorado, pero que justo ahí delante de esa cara de bobo están.

Hace un tiempo escuché que los monjes budistas son capaces de retirarse hasta 3 años para meditar y pensar. Creo que no de una forma tan prolongada y organizada voy a intentar imitarlos, un viaje, un momento de desconexión vendrán genial para ir recogiendo esas partes de uno que se quedan en el camino y que a veces viene bien volver a tener, sobre todo cuando se intenta recomponer y aprender de esas personas que supieron o tuvieron que madurar mucho antes y más de lo que yo lo he hecho. Esto me impedirá estar en otros lugares o para otras persona, pero ahora necesito estar para mí.

Debería viajar más en tren...

lunes, 3 de abril de 2017

Reflexiones de Tren

Hace tiempo una amiga me dijo una frase muy buena y que ahora en estos momentos podría definir todo lo que estoy sintiendo, " vivir no es sólo respirar".
Muchas veces pasamos los días y las semanas sin tan siquiera ser conscientes de qué ha pasado en ellas o cómo nos hemos comportado y cómo hemos hecho las cosas. Se podría decir que tan solo hemos respirado... Hemos cogido esas bocanadas de aire necesarias o o suficiente para seguir pa'lante de esa forma tan automática y cíclica. Vamos creando una barrera y una coraza que cada día hace que ciertas cosas no lleguen a nuestra mente y a nuestro corazón, la mayoría de las veces no somos conscientes de que eso está pasando y en cierto modo lo vemos todo normal y "como siempre". Pero evidentemente no es así, nos impermeabilizamos de todas las cosas y personas que intentan interactuar y recibir de nosotros ese cariño, esa atención y esa respuesta a lo que nos envían... Pero cuando estamos metidos en ese mundo, en ese muro que nos separa de todo, no somos capaces de verlo y sólo nos limitamos a respirar.
Días como hoy me pongo a reflexionar sobre qué o cuáles son los motivos por los que levantamos ése muro y esa coraza al exterior... Y la verdad, creo que la causa es la misma por la que el hombre a lo largo de su paso crea muros, por miedo y debilidad. Cada vez que nos ponemos esa coraza que nos aísla de la vida y de quiénes nos rodean es por que nos sentimos incapaces de enfrentar y vivir lo que tenemos delante, o sencillamente tenemos miedo a exponer una parte vulnerable de nosotros ante cualquiera. El simple hecho de sentir tristeza y ganas de llorar por echar de menos a tus familiares hace que creemos una fortaleza y una falsa seguridad hacia los que nos rodea, que sin darnos cuenta estamos mostrando justo lo contrario a lo que necesitamos, esa necesidad de autorreafirmarnos en lo que estamos haciendo, de no querer sentir ni saber qué nos estamos equivocando y que estamos dejando de lado hechos tan importantes que no harán otra cosa que sumar ladrillos a nuestro muro con tal de que no lleguen a nosotros y puedan darnos en la cara para no reconocer que nos falta vivir y ser conscientes de aquello que hacemos no nos vale para nada... Siendo así perdemos, nos perdemos instantes de la vida y alejamos de nosotros a quien eligió estar a nuestro lado. Lo peor es que dentro de nosotros culpamos a todo lo que está fuera de ese muro, esas personas y esos momentos que estamos dejando de vivir... La culpa de todo está, como caballo de Troya, dentro del muro, en nosotros y en esa absurda máscara de hieratismo y superioridad que da esa falsa seguridad detrás de nuestro muro. Nos volvemos soberbios, incuestionables y tóxicos para todo lo que está a nuestro lado, somos cómo esa estatua que no pierde su pose mientras se llena de la mierda de las palomas y los cristales rotos de cada día, intentamos ser majestuosos y quedarnos en un pedestal que nos eleva por encima del bien y del mal, de esa misma forma que las estatuas no se mueven y no "sufren" y todo parece estar bien... En definitiva, no viven.
Vivir es reír, llorar disfrutar, sufrir y sobre todo caminar, caminar más allá y saltar todo muro que nos impida sentir, recibir y dar lo que somos y tenemos. Pero sobre todo equivocarnos y reconocerlo, afrontar que somos humanos y no de los mejores. Nadie va dar lecciones magistrales a nadie y mucho menos subirse a un pedestal con la razón otorgada por dios que no tenga nada que hacer y baje a darte la razón y el conocimiento absoluto de la vida a ti, por campeón y buena gente... Lo único que te puedes llevar es ese pescozón de las personas que tienes a tu lado y los que les estás tufando de mierda de paloma y orgullo rancio.
Sí señores, somos falibles, fallamos más que una escopeta de feria sin munición y lo peor que sabemos hacer es crear un muro a lo Trump y sentirnos orgullosos de ello. Si hoy en día la persona con más poder del mundo nos parece absurda y gilipollas haciendo un muro en la frontera mexicana y creyéndose un héroe salvador de la patria y tratando a los demás como pura mierda, imaginad lo ridículo que es una persona que no puede ni encontrar unos calcetines cuando se levanta o no es capaz de llevar a la mesa del salón la cena sin que por  y el camino se te caiga medio filete y te tengas que levantar 3  veces más a por  a todo lo que se te ha olvidado hace lo mismo. Te va a ir de puta madre...
Y la verdad, darse cuenta de ello duele, mucho... Pero es la primera cosa que puedes hacer para ir quitando ladrillos hasta que te duelan las manos. A mi personalmente me ha costado mucho he necesitado perder muchas cosas y personas, personas que son verdaderos tesoros y que han intentado llamar a las puertas de ese muro sin descanso...
Hay que bajarse de los pedestales, hay que moverse y hay que sentir... No hace falta tener un accidente y verse tirado para darse cuenta. Hay que ser crítico con uno mismo, creer de verdad que no somos seres excepcionales del universo y que tenemos todo lo que Nitze describió para ser el superhombre. Somos humanos, esos tan estúpidos que estamos destrozando nuestro hogar, esos que damos prioridades a un gol que una persona con necesidad, esos que colocamos a una persona experta en muros en las élites de poder, esos que por muy leídos que seamos nos divertimos viendo gran hermano o a las aventuras de Mariano y Joaquín y nos intriga el pedido de la Rebe en los Gipsy kings... Sí somos lo puto mejor... Pero también podemos ser felices sabiendo que fallamos y la cagamos, siempre y cuando sepamos reconocerlo y aprendamos de ello... Siempre y cuando podamos pararnos un rato y escuchar, pensar y meditar antes de que empecemos a crear muros y a subirnos a cualquier caja de fruta gritando al mundo que somos lo mejor que pudo crear el universo... En definitiva menos ego y más humildad, ya que vivir, no es sólo respirar.