jueves, 28 de marzo de 2013

Treinta y tres ...

 
Dando pequeños golpes a unas ascuas moribundas la voz de un triste juglar comienza a narrar una historia para el silencio y la luna, pues sólo ellos eran su público:

En las largas y oscuras noches que miramos al cielo vemos esas luces que por un instante atraen nuestra mirada. Sin embargo hace un tiempo un niño se propuso algo más que seguirla con la mirada, quiso alcanzarlas, por lo menos una de ellas.
Aquel niño pasaba los días pensando como alcanzar una de aquellas luces nocturnas y pensó que el mejor momento sería cuando estas luces caen cansadas del cielo y se hacen fugaces pintando por unos segundo una línea de fuego que atrae algo más que una simple mirada. Durante muchos tiempo el niño pasaba las noches mirando al cielo pensando como coger esos trozos de luz que hacen brillar sonrisas e iluminar el deseo de los hombres.
Pasaron los años y noche tras noche miraba al cielo con el único pensamiento de atraparlas. El niño se hizo joven y de joven adulto y así hasta que sus días se escribían con lineas cortas y cansadas. Entonces dejó de mirar al cielo por la noches. Uno de esos días en el que hombre andaba lento y ausente por el pueblo un chico que lo conocía le preguntó porqué dejó de mirar las estrellas por la noche. El anciano con lágrimas en sus ojos dejó caer su manos sobre el hombro del chico y le dijo aguantando la tristeza en la garganta: - Sólo hace unos días, los mismo que dejé de mirar al cielo de la noche me di cuenta de que las estrellas que tanto he perseguido en la oscuridad no son más que el reflejo de las verdaderas luces que se encuentran a nuestro lado y que como las luces fugaces aparecen inesperadas, y sólo depende de nosotros hacer que esas luces se queden para iluminarnos y ser el sol de nuestros días y la luna llena en las noches.
Llorando el anciano marchó a su casa de la cual jamás volvió a salir pues esa misma noche renunció a la vida que quemó durante tantas noches. En su mano quedó una nota escrita con una letra tambaleante: Las estrellas no están en el cielo, viven a nuestro lado y su sonrisa iluminan los deseos de toda una vida... Tarde... muy tarde es ya...


Escrito el 16 de enero del 2013

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