viernes, 25 de noviembre de 2011

Dos...


En la vida encontramos ,y a veces forzamos, cientos de batallas contra el mundo, contra otros, contra nosotros... Intentamos ganarlas, no como un premio ni un valor o recompensa, si no con una experiencia y un aprendizaje. Pero hay batallas que están hechas para ser perdidas y aprender de ello, de las lagrimas que escupe el alma, de la respiración que se nos entrecorta y de la sensación infinita de derrota.
El tiempo es la acero que blande nuestro mal y que a dentelladas y desgarros espera el momento oportuno para derribar un muro creado de una fortaleza vana. En los instantes de cansancio y desgana, como sigilosa serpiente notamos el punzazo en el vientre, preludio de un dolor intenso y de sabor amargo.
Se desvanece la luz y nos ahoga la sombra,mientras intentamos comprender y controlar los primeros estertores con los que se escapa la vida, las imágenes inundan una mente cansada y vencida que a cada segundo aplasta los párpados y se dejan ver las primeras gotas de la sangre emocional que es el llorar.
Rendirse a la derrota anunciada no sería tan malo, si por un segundo se mantiene la idea de resurrección tras ésta muerte, que ya besa y acaricia un cuerpo yermo y apagado que deja violar con toda brutalidad cada rincón de su alma. Sabiendo que no desvela nada pues su enemigo es él mismo, el tiempo su arma y la muerte su recuerdo.
De las derrotas se aprende y se resucita quemando vida, creando un nuevo carbón con el que dibujar un corazón tan negro que la luz no tenga cabida en él. Pero, ¿cuánto cuesta quemarse vivo en un dolor que creemos eterno?.
Como el mítico fénix, nos alejamos, de todo y de todos, a nuestro nido para arder en paz y gritar en un silencio que encoja el alma. De las cenizas... todo y nada...

Frase: " La tristeza del alma puede matarte mucho más rápido que una bacteria" John Steinbeck.

Canción: Ghost of a rose. Blackmore´s Nigth.

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